domingo, 4 de abril de 2021

DEUDAS

 


Comienza abril, termina el primer trimestre de este año segundo del imperio del Covid. Comienza, desperezándose al sol, la primavera, terminan esas ceremoniales celebraciones de la Semana Santa cristiana. Pasan los días, crece la luz, desaparecen personas y se olvidan sus existencias por estos paisajes que ellas nos modificaron… nos engrandecieron…

Quiero recordar en este post un grupo de seres que han pasado ya por nuestra historia y nos han dejado su trabajo, su afición, su merito, su logro, su arte… su aportación a nuestro mundo que gracias a ellas es más rico, más bello, más inteligente y más entendido…

Estamos en deuda con esas y otras muchas personas… con todas… ¿Qué sería de nosotros sin todos los que nos han ayudado a ser y a tener lo que somos?

El 30 de marzo de 1853, nacía el pintor Van Gogh… hoy tan recordado y conocido, en su tiempo tan pobre y desdichado, incomprendido, malogrado…

También el 30 de marzo de 1900 nos visitaba en la Tierra la mujer culta y creativa que fue María Moliner, filóloga sin título, pero creadora en solitario y sin medios, del mejor diccionario de la lengua española que se ha escrito y con el doble de extensión y merito que el de la Real Academia de la Lengua… se quedó sin sillón y sin honores… era mujer cuando no estaba de moda…

El 2 de abril de 1805, nació ese pequeño danés, Hans Christian Andersen, que ha pasado a la historia como el padre de los cuentos tristes y bellos que nos arrancan las lagrimas de la emoción… Él siempre fue “el patito feo”… y nunca cayó en los errores de su cuento: “El traje nuevo del Emperador”…

Por último, el día 3 de abril de 1922, nacía el poeta José Hierro… no fue muy conocido… pero ya lo sabía en su esencia cuando escribió esa poesía que arrebata hasta la embriaguez del sentido… VIDA

 

Después de todo, todo ha sido nada,

a pesar de que un día lo fue todo.

Después de nada, o después de todo

supe que todo no era más que nada.

 

Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».

Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».

Ahora sé que la nada lo era todo,

y todo era ceniza de la nada.

 

No queda nada de lo que fue nada.

(Era ilusión lo que creía todo

y que, en definitiva, era la nada.)

 

Qué más da que la nada fuera nada

si más nada será, después de todo,

después de tanto todo para nada.

 

Desde este pequeño blog, punto sin existencia que solo cuando es leído vive efímeramente en tus pupilas, desde este cruce de lo que quiero, de lo que lees, de lo que hicieron, de lo que sentimos… te digo:

¡ESTAMOS EN DEUDA INFINITA CON ELLOS!

Nunca podremos amortizar lo que nos regalaron. ¡Gracias!

 

Escrito por: Javier Morera

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