sábado, 24 de marzo de 2012

RÍO DE INVIERNO...




En invierno, en esas largas noches en las que el sol tiene pereza y hasta el mercurio se acurruca en su abismo para no enfriarse, el río, que siempre es rápido, corriente e inquieto, se relantiza, se adormece, se para, se hiela… sobre su lecho, como un cansado gigante que viene de su guerra terminada…
Entonces y solo entonces, puedes ser más blando que el agua, puedes ser más ligero que su corteza, más seco que sus gotas y más rápido que sus cascadas…
Entonces puedes mirarlo como si fuera estático, tocarlo como si fuera sólido, andar sobre él como si fuera camino y no obstáculo en el tuyo…
Entonces y solo entonces puedes pisarlo dos veces en el mismo sitio, desafiando a Heráclito y su fluir infinito…
Me recuerda esos momentos en que la vida parece también pararse, detenerse en un mal momento que nos dura una eternidad subjetiva… también fría, como el hielo, también dura, como el hielo, también cortante y peligrosa… como el hielo de un río engañoso que oculta mil fondos de azul blanco…
Pero pronto, con un rayo de sol y otro de vida, el calor de una sonrisa, de una mirada, de una mano amiga… devuelve el devenir a su sino, a su fluir, a su destino… el tiempo corre como el río, mas que queremos, menos que debiera… y ya se alcanza la infinidad eterna del océano…
La primavera nos devuelve el río… y Heráclito sigue recordándonos su consigna… de caducidad  e irrelevancia…


Escrito por: Javier Morera Betés

lunes, 5 de marzo de 2012

EL NAUFRÁGIO DE LOS IMPERIOS




Cuando te adentras en una excursión por las Bardenas u otros desiertos que fueron fondos marinos, te encuentras con montañas de cálidos colores marrones o dorados que se alzan con paredes arrogantemente verticales, desde la planicie básica donde hoy se encuentra el “suelo firme” de la zona…
Te vas acercando y observas la repetida y común estructura de estas formaciones y piensas que lo que hoy es la cima de las montañas, fue ayer la base de aquel lejano suelo… Pero ahora solo el “Cerro Testigo” que ha guardado “sus apoyos” defendiéndolos de la erosión, se yergue en montaña… el resto, lo débil, lo que no tenia protección, se ha perdido llevado por agua y viento hacia el anonimato de otros suelos de alubión…
Cuando veo estos fenómenos, no puedo evitar pensar que esos montes que hoy son cimas, se parecen a viejos imperios que algún día fueron bases o pasos de cultura Historia y civilización, pero que al paso del tiempo se han quedado, solos, como héroes anacrónicos, como mitos legendarios que constituyen hitos de referencia para el caminante y el pensador consciente de su pasado.
Tal vez por eso, por sernos tan nostálgicos y tan históricos, nos encantan a los románticos los paseos por desiertos entre restos de imperios naufragados, de valores ya obsoletos, de montañas inestables… de arena que fue roca…


Escrito por: Javier  Morera  Betés