Hace unas semanas dedicamos un post de este blog a
comentar la novela “Mujercitas” de
Luisa May Alcott. Queremos hoy volver a esta autora, con su obra de
continuación, escrita unos meses después de publicada la anterior y debido al
éxito e interés que produjo dicha primera parte. La autora, que ya tenía varias
publicaciones, se sorprendió cuando con estos temas más tradicionales y basados
en sus propias vivencias y experiencias, lograba saltar a la celebridad, gustar
y obtener unos necesarios ingresos que bien merecía y necesitaba.
La continuación o segunda parte de Mujercitas, que
solemos llamar: “Aquellas Mujercitas”
es otra extensa novela de otros 24 capítulos, que trata de seguir el relato de
las cuatro hermanas March y el resto de familia y conocidos a lo largo de otros
pocos años donde van ocurriendo las típicas situaciones de esas
jóvenes…noviazgos y matrimonios, trabajos y viajes, enfermedades y pérdidas…
Todo con esa naturalidad y emoción cercana y amable con que nos lleva la autora
por el recorrido de situaciones, conflictos, pasiones y soluciones, siempre con
los consejos y ejemplos dignos de un buen manual de ética y moderación… Un
estudio de la cultura y sociología de esas personas en esos tiempos y
ambientes.
Afortunadamente, editores y profesionales del libro
y la literatura, nos siguen regalando nuevas ediciones de estos clásicos textos,
mas cuidadas y comentadas, llenas de información y anexos que nos ilustran y
ayudan a los amantes de estas obras eternas a penetrar los mundos y
circunstancias que rodearon y moldearon a estos autores y sus creaciones. Así,
recientemente, la editorial Lumen ha editado un grueso tomo donde se juntan las
dos obras reseñadas de Alcott, bien traducidas y comentadas, además de varias
introducciones, estudios de contextos de la época y cartas y notas de alguna de
las protagonistas así como de la autora de estas obras. Todo un placer para
reinterpretar y adentrarse en ese universo de “Mujercitas” que nunca
confundamos con un libro infantil
Muchos fragmentos me parecen interesantes y dignos
de citar, pero especialmente, creo muy romántico y agradable el capitulo XVIII
de esta segunda partes, que puede ser el XLI si la numeración es continua desde
la primera obra.
“El antiguo y agradable jardín quedaba a orillas de un precioso lago y
tenia castaños cuyas altas copas susurraban, hiedra que trepaba por todas
partes, y la torre proyectaba su oscura sombra sobre unas aguas iluminadas por
el sol. En un extremo del muro largo y bajo había un banco en el que Amy solía
sentarse a leer, trabajar o consolarse contemplando la belleza circundante.
Aquel día, estaba allí, con la cabeza apoyada en la mano, el corazón enfermo de
nostalgia y los ojos llorosos de tanto pensar en Beth y preguntarse por qué
razón Laurie no había acudido a su lado. No lo oyó cruzar el patio que quedaba
a sus espaldas ni lo vio detenerse bajo el arco de la entrada del paso
subterráneo que conducía al jardín. Una vez allí, se detuvo unos segundos, la
miró con ojos nuevos y descubrió algo que nadie conocía: el lado sensible de
Amy. La joven era la viva imagen del amor y la pena, con cartas emborronadas en
su regazo, una cinta negra en el pelo y aquella expresión de dolor y
resignación femeninas. La cruz de marfil que colgaba del cuello impresionó
mucho a Laurie, ya que él se la había regalado y era la única joya que portaba
la muchacha. Si le quedaba alguna duda de cómo le recibiría Amy, se disipó en
cuanto ella levantó la mirada, le vio, dejó caer cuanto tenía en las manos y
corrió a su encuentro exclamando con un tono que reflejaba un amor y una dicha
inconfundibles:
-¡Oh, Laurie, Laurie! ¡Sabía que vendrías!”
Escrito por: Javier Morera
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