martes, 26 de febrero de 2013

¡SI TENEÍS TIEMPO!



En su tercera “Cartas Desde mi Celda”, nos encontramos a un Gustavo Adolfo Bécquer mas triste, melancólico, casi depresivo, que ya no se acuerda de a quien ni para que escribe estas cartas desde su “interior” a ese abstracto y anodino lector de un periódico de Madrid, el “exterior”…
Y nos habla de un paseo… de un pueblo, de un castillo, de naturalezas y de ensoñaciones… pero especialmente nos escribe del cementerio… de las formas de enterrar… de su propia tumba… de sus diferentes visiones sobre sus posibles enterramientos en los diferentes momentos anímicos de sus etapas vitales…
Tal vez la carta más triste… tal vez la carta más bella… tal vez la carta mas intima donde la pluma libera pesares inconscientes y desde donde le podemos entender… su cansancio… su hastío… su desgana…
Al menos él tuvo la idea de pensar en como seria su enterramiento… nosotros no podemos… no tenemos tiempo… no queremos… hay que seguir trabajando o corriendo para hacer “algo”… hay que seguir con las “defensas del Yo”… hay que seguir creyéndonos eternos… y ocupados eternamente… o tal vez deseamos no tener tiempo para pensar en estas cosas…
Tres fragmentos bellísimos de esta carta para celebrar su magnifica ternura y sensibilidad… pero hay que leerla y releerla entera…
¡Si tenéis tiempo!

Escrito por: Javier Morera Betés

“Sucede con estos pueblecitos tan pintorescos, cuando se ven en lontananza tantas líneas caprichosas, tantas chimeneas arrojando pilares de humo azul, tantos árboles y peñas y accidentes artísticos, lo que con otras muchas cosas del mundo, en que todo es cuestión de la distancia a que se miran, y la mayor parte de las veces, cuando se llega a ellos, la poesía se convierte en prosa.”

“He aquí, hoy por hoy, todo lo que ambiciono: ser un comparsa en la inmensa comedia de la Humanidad y, concluido mi papel de hacer bulto, meterme entre bastidores sin que me silben ni me aplaudan, sin que nadie se aperciba siquiera de mi salida.”

“Ello es que cada día me voy convenciendo más que de lo que vale, de lo que es algo, no ha de quedar ni un átomo aquí.”




Cartas desde Mi Celda.
Fragmento de la Carta Tercera.
Publicada en “El Contemporáneo”, el 5 de junio de 1864
Gustavo Adolfo Bécquer




viernes, 22 de febrero de 2013

ESPERANDO…



“Como a la mitad de esta alameda deliciosa, y en un punto en que varios olmos dibujan un círculo pequeño enlazando entre sí sus espesas ramas, que recuerdan, al tocarse en la altura, la cúpula de un santuario, sobre una escalinata formada de grandes sillares de granito, por entre cuyas hendiduras nacen y se enroscan los tallos de las flores trepadoras, se levanta gentil, artística y alta, casi como los árboles, una cruz de mármol que, merced a su color, es conocida en estas cercanías por la Cruz negra de Veruela. Nada más hermosamente sombrío que este lugar. Por un extremo del camino limita la vista el monasterio, con sus arcos ojivales, sus torres puntiagudas y sus muros almenados e imponentes; por el otro, las ruinas de una pequeña ermita situada al pie de una eminencia sembrada de tomillos y romeros en flor. Allí, sentado al pie de la cruz, y teniendo en las manos un libro que casi nunca leo, y que muchas veces dejo olvidado en las gradas de piedra, estoy una y dos y a veces hasta cuatro horas aguardando el periódico. De cuando en cuando veo atravesar a lo lejos una de esas figuras aisladas que se colocan en un paisaje para hacer sentir mejor la soledad del sitio. Otras veces, exaltada la imaginación, creo distinguir confusamente, sobre el fondo oscuro del follaje, los monjes blancos que van y vienen silenciosos alrededor de su abadía, o una muchacha de la aldea que pasó por ventura al pie de la cruz con un manojo de flores en el halda, se arrodilló un momento y dejó un lirio azul sobre los peldaños. Luego, un suspiro que se confunde con el rumor de las hojas; después..., ¡qué sé yo!, escenas sueltas de no sé qué historias que yo he oído o que inventaré algún día; personajes fantásticos que, unos tras otros, van pasando ante mi vista, y de los cuales cada uno me dice una palabra o me sugiere una idea; ideas y palabras que más tarde germinarán en mi cerebro y acaso den fruto en el porvenir.”
Cartas desde Mi Celda.
Fragmento de la Carta Segunda.
Publicada en “El Contemporáneo”, el 12 de mayo de 1864.
Gustavo Adolfo Bécquer.

Si, Gustavo, tienes mucha razón, nadie como un romántico ve la maravilla en la naturaleza, en las humildes hierbas y las deliciosas flores de cualquier ribazo… nadie como tú, Gustavo, cantó mejor a la simple belleza y la tranquilidad de un paisaje solitario y olvidado, como los entornos del monasterio de Veruela en el cruce de caminos de Castilla, Navarra y Aragón… nadie como tú nos relató de forma más clara y emotiva la desesperanza de la espera… de esos correos del Madrid bullicioso y agitado que no se terminaba de decidir si liberal o conservador… nadie como tú nos deja más enamorados de esos claustros de Veruela…
En esta segunda carta te vemos sentado, casi tumbado, a la vera de la cruz negra, abrigado, con un libro que casi nunca lees… esperando… tu viaje… cansado de vivir tantas ilusiones… viendo como mueren tantas esperanzas… esperando…



Escrito por: Javier Morera Betés

domingo, 17 de febrero de 2013

FELICIDADES BÉCQUER



Hoy, 17 de febrero de 2013, hace 177 años que nació Gustavo Adolfo Bécquer.
Cada año, por estas fechas le dedicamos una tarde de nuestra Asociación a recordar y disfrutar de sus obras…
Esta vez, ya hemos realizado varias excursiones para visitar esos lugares desde donde se relatan las bonitas “Cartas desde mi Celda”… y hoy mismo hemos pasado unas horas releyendo algunos de sus románticos viajes por ese entrañable Moncayo que nos guiñaba el ojo entre nubes y nieves…
Este jueves próximo, hablaremos de Cartas y de Bécquer… y para que todos os subáis a ese tren que le traía en la Primera Carta de Madrid a Tudela, hace más de ciento cincuenta años, os ponemos el mejor homenaje a un escritor… su alma en tinta… sus escritos…
¡FELICIDADES BÉCQUER!
Sigues vivo en tus palabras inflamadas de pasión y de belleza…
Escrito por: Javier Morera Betés

“Estaba despierto; pero mis ideas iban poco a poco tomando esa forma extravagante de los ensueños de la mañana, historias sin principio ni fin, cuyos eslabones de oro se quiebran con un rayo de enojosa claridad y vuelven a soldarse apenas se corren las cortinas del lecho. La vista se me fatigaba de ver pasar, eterna, monótona y oscura como un mar de asfalto, la línea del horizonte, que ya se alzaba, ya se deprimía, imitando el movimiento de las olas. De cuando en cuando dejaba caer la cabeza sobre el pecho, rompía el hilo de las historias extraordinarias que iba fingiendo en la mente y entornaba los ojos; pero apenas los volvía a abrir, encontraba siempre delante de ellos a aquella mujer, y tornaba a mirar por los cristales, y tornaba a soñar imposibles. Yo he oído decir a muchos, y aun la experiencia me ha enseñado un poco, que hay horas peligrosas, horas lentas y cargadas de extraños pensamientos y de una voluptuosa pesadez, contra las que es imposible defenderse; en esas horas, corno cuando nos turban la cabeza los vapores del vino, los sonidos se debilitan y parece que se oyen muy distantes, los objetos se ven como velados por una gasa azul, y el deseo presta audacia al espíritu, que recobra para sí todas las fuerzas que pierde la materia. Las horas de la madrugada, esas horas que deben tener más minutos que las demás, esas horas en que entre el caos de la noche comienza a forjarse el día siguiente, en que el sueño se despide con su última visión y la luz se anuncia con ráfagas de claridad incierta, son, sin duda alguna, las que en más alto grado reúnen semejantes condiciones. Yo no sé el tiempo que transcurrió mientras a la vez dormía y velaba, ni tampoco me sería fácil apuntar algunas de las fantásticas ideas que cruzaron por mi imaginación, porque ahora sólo recuerdo cosas desasidas y sin sentido, como esas notas sueltas de una música lejana que trae el viento a intervalos en ráfagas sonoras; lo que sí puedo asegurar es que gradualmente se fueron embotando mis sentidos, hasta el punto que cuando un gran estremecimiento, una bocanada de aire frío y la voz del guarda de la vía me anunciaron que estaba en Tudela, no supe explicarme cómo me encontraba tan pronto en el término de la primera parte de mi peregrinación.”
Cartas desde Mi Celda.
Fragmento de la Carta Primera.
Publicada en “El Contemporáneo”, el 3 de mayo de 1864
Gustavo Adolfo Bécquer


jueves, 14 de febrero de 2013

CARTA AL AMOR




Mi queridísimo espíritu del Amor:
Hoy, como cada día, como siempre, quiero agradecerte tu existencia. Sin ti, la vida sería otra cosa, peor, fría, aburrida, sosa… tan materialista y tan científica que no valdría para nada…
Gracias a ti, maravilloso Amor, todo es de color, todo es brillante. Todo es melodioso y todo es gozo…
Gracias a ti, muchos de nosotros fuimos engendrados…
Gracias a ti, todos nosotros fuimos cuidados y mimados entre personas que tenían mil defectos pero un gran amor a cada uno de los que hemos crecido…
Gracias a ti, nos animaron, nos educaron, nos besaron las heridas… y fueron poniendo en cada corazoncito la semilla de Amor…
Gracias a ti, nos enamoramos… y entonces el universo exploto en cada segundo… y aparecieron las mil caricias… los mil besos… terminó el egoísmo, el miedo… la soledad…
Gracias a ti, la vida es maravillosa y la gente se hace soportable…. hasta llegar a ser adorable…
Gracias a ti, creemos en la felicidad y la encontramos  y la regalamos…
Gracias a ti, sol de nuestra vida, color de nuestros ojos, calor de nuestro corazón…
Gracias…. Muchas gracias… Amor…
Y…. ¿Cómo pueden vivir tantas personas grises sin conocer el Amor?...
¡Amor!, ¡Por Amor! ¡Visita a toda la humanidad!... ¡Déjate conocer!... ¡Dales la sal y el color de la vida a todos!...
¡Por Amor!



Escrito por: Javier  Morera
  

sábado, 9 de febrero de 2013

CUENTOS PARA LA CRISIS




Mis querid@s amig@s del Rincón del Romántico:
Ya estamos en este maravilloso año que termina en trece y que va a ser un fantástico e infinito tiempo para vivir en la cercanía de esas personas que son tan encantadoras y que tenemos tan cerca… Como hay menos trabajo… estaremos en casa con nuestros familiares y amigos… Como tenemos menos dinero… estaremos mas viviendo de las sonrisas y de las caricias de nuestros amigos y familiares… Como hay tantos problemas y pobrezas… estaremos acercándonos mas a los que queremos… y el amor en tiempos de crisis saldrá victorioso, como siempre, el de verdad, el bueno, el no interesado…
Y como no podremos comprar muchos libros, volveremos a releer y a dejarnos de unos a otros nuestros tesoros de toda la vida…
También estas coyunturas socioeconómicas nos retraerán de tiempos pasados un arte y una gracia, un don y una habilidad que es contar cuentos…
En nuestra Asociación, cada vez más intensa, cada vez más amigable, cada vez mas llena de gente maravillosa…. El jueves pasado hablamos de ese mago de los cuentos para crecer que es Jorge Bucay…y nos deleitamos contándonos y comentando sus educativos cuentos… y hoy os dejamos aquí uno… para contarlo en la velada con unos buenos amigos que quieran seguir navegando en épocas criticas…

Escrito por: Javier  Morera  Betés

LA TRISTEZA Y LA FURIA

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas.
Había una vez... un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre esta la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua...
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.

Jorge Bucay en “CUENTOS PARA PENSAR”