Seguimos con nuestro protagonista, héroe de su biografía, admirado por nadie, huérfano ante su problema, solo ante la vida… Su padre, asesinado… Su madre, con el asesino… Los amigos con el poder… La justicia y los consejeros, con el tirano… ¿Qué puede hacer?... Ser o no ser!!!
Me gustaría que pensarais esas situaciones y que solución tomar… Haga lo que haga Hamlet, habrá dolor, sufrimiento, consecuencias desagradables… Estamos en la crisis… y todos la sufren de alguna manera… y siempre hay inocentes que pasan a ser victimas…
Hamlet padre, el rey muerto, ha sido confiado y ha educado en la candidez a su hijo… que ahora, siendo inteligente, lo vemos diletante, le cuesta “ver”, decidirse, actuar… confabula mas que descubre… ingenia mas que asume… razona mas que ataca… La tragedia lo pide… el destino le lleva con una caída sin retorno ni escapatoria…
Prosigamos con nuestras citas… en el acto IV, la reina dice de su hijo que está loco…
“Loco como el mar y el viento, cuando disputan entre sí y cuál es más fuerte. En el desenfreno de su acceso, viendo agitarse algo detrás del tapiz, vedle que tira violentamente de la espada, gritando: “¡Un ratón, un ratón!”, y en su arrebatado frenesí, mata al buen anciano que se hallaba oculto”.
En la escena tercera, Hamlet nos recuerda el destino de todos los vivos… la muerte y con la metáfora del gusano, nos presenta un análisis nihilista que triunfará en siglos posteriores…
“… El gusano es el único emperador de la dieta: nosotros cebamos a todos los demás animales para engordar, y nos engordamos a nosotros mismos para cebar a los gusanos. El rey gordo y el escuálido mendigo no son mas que servicios distintos, dos platos, pero de una misma mesa; he aquí el fin de todo”
Terminando la escena cuarta, nos lanza toda una retórica sobre ¿Qué es el hombre?...
“… ¿Qué es el hombre, si el principal bien y el interés de su vida consistieran tan sólo en dormir y comer? Una bestia, nada más. Seguramente, aquel que nos ha creado con una inteligencia tan basta que abarca lo pasado y lo por venir, no nos dio tal facultad y la divina razón para que se enmoheciera en nosotros por falta de uso…”
Y para terminar, por hoy, al final de la escena séptima, concluyendo este decisivo acto IV, Claudio, exhorta a Alertes a vengar a su padre… recordándonos a todos como la procrastinación debilita la motivación y enfría las decisiones, hasta extinguirlas…
“No es que yo piense que no amabas a tu padre; pero si bien entiendo que el amor se sujeta al tiempo, veo que al ponerse a prueba también modera el tiempo la chispa y el fuego de su ardor. En la misma llama del amor vive una especie de pabilo o pavesa que acaba por debilitarla. Nada existe que se mantenga constantemente en el mismo grado de bondad, pues ésta, creciendo hasta la plétora, muere en su propio exceso. Lo que quisiéramos hacer, deberíamos hacerlo en el acto de quererlo, porque ese “querer” cambia y sufre tantas menguas y aplazamientos cuantos son los labios, las manos, y las circunstancias por que atraviesa, y entonces ese “deber” vuélvese una especie de suspiro disipador, que hace daño al exhalarlo. Pero a lo vivo de la llaga: Hamlet está de vuelta…
Mañana seguiremos, que es mucho alimento para tan delgado blog.
Escrito por: Javier Morera
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