“Dicho sea de paso,
el éxito es una cosa bastante fea. Su falso parecido con el mérito engaña a los
hombres. Para la multitud, el triunfo tiene casi el mismo rostro que la
supremacía. El éxito, éste equivoco del talento tiene una víctima a quien
engaña: la Historia. Juvenal y Tácito son los únicos que de él murmuran. En
nuestros días, ha entrado de sirviente en casa del éxito una filosofía casi
oficial, que lleva la librea de su amo y hace oficios de lacayo en la
antecámara. Tened éxito: tal es la teoría. Prosperidad supone capacidad. Ganad
a la lotería, y sois un hombre hábil. Quien triunfa es venerado. Naced de pié,
todo consiste en esto. Tened suerte y tendréis el resto; sed felices y os
creerán grandes. A parte de cinco o seis excepciones inmensas, que son la luz
de un siglo, la admiración contemporánea no es sino miopía. Se toma lo dorado
por oro. No importa ser advenedizo si llega el primero a su objeto. El vulgo es
un viejo Narciso que se adora a sí mismo, y que aplaude todo lo vulgar. Esta
facultad enorme, por la cual un hombre es Moisés, Esquilo, Dante, Miguel Ángel
o Napoleón, la multitud la concede por unanimidad y por aclamación a quien
alcanza su fin, sea quién fuere. Que un notario se transforme en diputado; que
un falso Corneille haga el Tiridates; que un eunuco llegue a poseer un harén;
que un militar adocenado gane por casualidad la batalla decisiva de una época;
que un boticario invente las suelas de cartón para el ejército del
Sambre-et-Meuse y acumule, con el cartón vendido por cuero, una fortuna de
cuatrocientos mil francos; que un buhonero se case con la usura, y tenga de
ella por hijos siete u ocho millones de los cuáles él es el padre y ella la
madre; que un predicador llegue con su gangueo, a ser obispo; que intendente de
buena casa, al salir del servicio sea tan rico que se le haga ministro de
Hacienda; no importa: los hombres llaman genio a esto, lo mismo que llaman
Belleza a la figura de Mosquetón, y Majestad a la tiesura de Claudio. Confunden
con las constelaciones del abismo las huellas estrelladas que dejan en el cieno
blando de un lodazal las patas de los gansos.”
Fragmento del capitulo XII del primer libro de la primera
parte de Los Miserables de Víctor Hugo (1862)
Esta semana para terminar nuestras sesiones del año 2013…
hemos disfrutado de la pluma de este gran pensador francés del XIX…
Cómo habréis podido comprobar, además de otras muchas
cualidades tuvo la de ver claro y decir claro las diferencias entre el Éxito,
aclamado por el vulgo y la fama, y el Mérito… que es el verdadero valor de
alguien por algo… Aún cuándo no llegue a conseguir su fin o consiguiéndolo no
llegue a ser apreciado por las masas… ¡buen autor, buen libro, buen párrafo!!…
Para terminar un año de buena crisis… de gentes de éxito que no de mérito…
Escrito por:
Javier Morera