Estos días de otoño, siempre recordamos en nuestra agenda
de reuniones y lecturas, el famosísimo tema de Don Juan Tenorio… Es bonito y
muy interesante recordar y recorrer las diferentes y contrastadas versiones de este
prototipo tan exagerado pero tan atrayente para el público… tan relacionado con
los viejos arquetipos humanos… y tan cercano a nuestras sociedades competitivas
y ególatras…
Tirso de Molina, con su Burlador de Sevilla nos encandila
por su libertinaje y su falta de empatía… solo piensa este Juan en su
hedonismo… como buen resultado de esos niños tan poco y mal educados que hoy
tiranizan a abuelitos, maestros y padres divorciados o muy ocupados…
Moliere, con su
Convidado de Piedra, nos provoca mas rechazo que gusto, por su inmadurez, por
su ansia desmedida de triunfo y su insatisfecha personalidad que no soporta que
los demás sean felices… solo le calma ganar, vencer, destruir al otro que
primero ve como competidor y luego como enemigo…
Y, como no, nuestro Don Juan Tenorio de Zorrilla nos
cautiva con su gracia, con su lírica, con sus cambios de ánimo tan españoles y
sus arrebatos mediterráneos y sus trampas de hijo prodigo y mimado por un papá
que luego no sabe ni puede hacerse con el “niño de papá”… como le ocurrió al
autor respecto de su padre…
Todos los años lo recorremos y nos vuelve a atrapar con
sus rimas y sus arrepentimientos amorosos… ¡que buen político hubiera sido Don
Juan!
También todos los años nos enseña cosas, muchas cosas y
cada año le revela a otros “nuevos” lectores sus múltiples enseñanzas y
atractivos… y de vez en cuando, alguno de estos seres extraños que leen y leen…
aprenden… cambian… maduran… evolucionan… se transforman y trascienden…
¡Que lastima que son muy pocos!...
Y es que los libros… nos enseñan… si los leemos.
Escrito por:
Javier Morera Betés