jueves, 5 de mayo de 2016

El sueño de la cruzada


 Éste es el momento de demostrar que os anima el verdadero valor, el momento de expiar la violencia cometida en plena paz; las muchas victorias obtenidas a expensas de la justicia y de la humanidad. Si es que necesitáis sangre, mojad vuestras espadas en la sangre de los infieles. Os hablo con severidad porque así me obliga mi ministerio. ¡Soldados del infierno, sed los soldados del Dios verdadero!"

El efecto de estas palabras -que hoy despiertan en nosotros rechazo o incluso repulsa-, prendieron sobre las gentes de finales del siglo XI con el poder de una deflagración que conmovió sus mentes, cambió sus vidas y, empeñando estas en una magna empresa, alteró la Historia. Tales palabras son solo un fragmento del ferviente discurso que pronunció el papa Urbano II aquel  27 de noviembre de 1095 durante el Concilio de Clermont. No fueron hijas de una idea extraordinaria, sino la expresión racionalizada de las inquietudes de la sociedad latina de entonces, así como también una solución a las mismas. Fueron la arenga que abría las puertas a las titánicas expediciones que conocemos como “cruzadas”.  Y aunque Urbano no llegó a tener noticia de ello, cuatro años después los francos  conquistaban Jerusalén, “la ciudad santa”.

Este viernes hablaremos de “El Reino de los Cielos”, que nos ofrece una imagen de los últimos días de esa Jerusalén cristiana. De la Jerusalén de finales del siglo XII, de esa fascinante etapa protagonizada por trascendentales batallas y líderes carismáticos, por luchas intestinas e ideales puros, por ambiciones y anhelos, por traiciones y pactos, por ilusiones y tragedias… esa Jerusalén casi mítica en la que coincidieron personajes capaces de movilizar naciones y también de condenarlas: el “rey leproso” Balduino IV, Reinaldo de Chatillón, Saladino y Ricardo Corazón de León… y la reina Sibila de Jerusalén, su infame esposo Gui de Lusiñán, el iluso Raimundo III de Trípoli, el patriarca Heraclio, el caballero Balián de Ibelín… ¡Cuántos personajes históricos! ¡Cuántas vidas de sufrimiento, luchas, ilusiones…! Los unos lucharon por la eternidad y los otros por la grandeza; unos aniquilaron colosales ejércitos y otros conquistaron grandes ciudades…

Cuando menos, resulta curioso que, apenas diez años más tarde de esos momentos, todas las circunstancias cambiasen tanto y que todos sus protagonistas, con sus pugnas e ideas, hubiesen desaparecido. ¿Qué fue de ellos y sus sueños? Murieron todos con aquel siglo XII, con la Jerusalén de los cruzados y los miedos escatológicos.

También, en gran medida, murió con ellos el espíritu de la cruzada. Hubo más, si, pero el fin espiritual de esas expediciones ya no era siempre el de las originarias oleadas que marchaban a Tierra Santa… y no es casualidad, por ello, que el destino físico de las mismas no fuese ya siempre Jerusalén…



Escrito por: Eloy Morera

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