En el año 1925 se publicó la obra más famosa y tal
vez la mejor y más sentida del autor norteamericano F. Scott Fitgerald: El Gran
Gatsby.
Cientos de veces reimpreso, decenas de veces llevado
a la gran pantalla y recreado detalladamente por series, óperas, músicas,
ilustraciones y modas… Esta novela, como todos sabéis, corta y escueta en sus
escenas, nos cuenta muchas cosas de una cultura, de una época y de unos
prototipos.
Una cultura, la norteamericana de 1920, que presumía
de dar oportunidades y hacer posible conseguir metas sociales y económicas a
clases sociales desfavorecidas… cuando nada de eso era fácil ni siquiera
probable… recordemos a los indios en sus reservas, a los negros marginados por
ley, a los pobres muy poco beneficiados por ayudas y becas…
Una época, los llamados “felices años 20”, que en
realidad encerraban el desencanto y el fracaso de una Primera Guerra Mundial
catastrófica, preparando la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial…
Unos prototipos que aunque aparentaban triunfo y
derroche, fuerza y belleza, estaban enfermos de mentira, de falsedad, de
inseguridad y de miedo… que viven engañando y traficando, que se evaden con
alcohol y otras formas de escapar del tedio y la depresión…
Una pequeña novela, en nueve capítulos que encierra
una gran fotografía de vivencias y sentimientos, de frustraciones y pasiones, de
miedos y obsesiones, de soledad.
De vez en cuando releo esta magnífica obra y siempre
le encuentro algún matiz nuevo y sugerente que me enriquece y revaloriza el
testimonio de Fitgerald. Nuevas relaciones con otras historias, nuevos vínculos
con otros autores y sus relatos… Totalmente actualizada en una Norteamérica que
sigue cayendo en los mismos pecados y aun se polariza más en sus errores
hipócritas y negacionistas… Presumiendo del “sueño americano” y convirtiéndose
en pesadilla y lobo feroz del resto del mundo…
Cien años de esta obra. Pero poco se comenta este
recuerdo… como ocurre con la inexistente asistencia al entierro de Gatsby en la
propia novela.
Sigue de actualidad ese interés de llegar a la fama,
de sobresalir, de tener éxito en el dinero y ser popular… de ganar aunque solo
sea en apariencia, en fachada, en exterior… sin interior… en tener amistades
aunque solo sean por acercarse a un famoso… sin intimidad, sin amor…
Especialmente en este aniversario de su publicación
quiero citar las referencias tan interesantes que se hacen en la obra al tiempo
y su subjetividad… En el capítulo VI, cuando Nick conversa con Gatsby y le
advierte:
“-yo no le pediría demasiado –aventuré- no se puede repetir el pasado.
-¿Cómo que no? –Exclamó con incredulidad-.
¡Pues claro que se puede!
Miró espantado su alrededor, como si el pasado acechara fuera del
alcance de su mano entre las sombras de la casa.
-Haré que todo vuelva a ser como antes –dijo asintiendo con mucho
convencimiento-. Así ella lo entenderá”.
Y, poco después, en el siguiente capítulo, es Daisy
la que comenta:
“-¿Qué será de nosotros esta tarde? –exclamo Daisy- ¿y mañana? ¿y los
próximos treinta años?”
Dos formas distintas de huir en el tiempo. Gatsby
quiere huir al pasado, reencontrar a su amor. Daisy desea huir hacia el futuro,
como casi todos los que nos rodean… La solución nunca es huir y menos en el
tiempo… Solo existe el presente y ambos lo pierden en sus búsquedas
equivocadas.
Escrito por: Javier Morera
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