Uno de los aspectos mas
maravillosos de esas maravillas que son los libros, consiste en esa capacidad
implícita que tienen ellos, inculcada y manifiesta por sus autores, de pedirnos
el salto, la inferencia, la indagación en otro texto, en otro libro, en otra
maravilla de ideas y conocimientos, términos e investigaciones que nos
relaciona o completa nuestro tema, el saber que perseguimos…
Esta semana, en nuestra
Asociación, humilde y poco docta, tratamos la obra de Gaarder; “Vita Brevis”,
y, en cuanto lo comienzas, te apetece releer a Agustín de Hipona en su curioso
texto de finales del siglo IV, “Las Confesiones”
Inmediatamente, te nacen los
intereses y motivaciones por encontrar la explicación de cómo Agustín se
revuelve entre los “maniqueos” y entre los “escépticos” de la Nueva Academia
para, dejando a su concubina, encerrarse en una mística religiosa conventual
que le llevara a ser considerado santo por la iglesia Católica… y te parece que
estos párrafos del citado texto de Agustín “Confesiones, III, 4”, te lo pueden
explicar…. ¿fue Cicerón y su libro perdido “Hortensius” la clave del cambio?…
“Entonces, en tan frágil edad, entre estos tales, yo estudiaba
los libros de la elocuencia, en la que deseaba sobresalir con el fin condenable
y vano de satisfacer la vanidad humana. Mas, siguiendo el orden usado en la
enseñanza de tales estudios, llegué a un libro de un cierto Cicerón, cuyo
lenguaje casi todos admiran, aunque no así su contenido. Este libro contiene
una exhortación suya a la filosofía, y se llama el Hortensio. Tal libro cambio
mis afectos y mudó hacia ti, Señor, mis súplicas e hizo que mis votos y deseos
fueran otros. De repente apareció a mis ojos vil toda esperanza vana, y con el
increíble ardor de mi corazón suspiraba por la inmortalidad de la sabiduría, y
comencé a levantarme para volver a ti. Porque no era para suplir el estilo –que
es lo que parecía que yo debía comprar con los dineros de mi madre en aquella
edad de mis diecinueve años, haciendo dos que había muerto mi padre–; no era,
repito, para pulir el estilo para lo que yo empleaba la lectura de aquel libro,
ni era la elocuencia lo que a ella me incitaba, sino lo que decía.
¡Cómo ardía, Dios mío,
cómo ardía en deseos de remontar el vuelo desde las cosas terrenas hacia ti,
sin que yo supiera lo que entonces tú obrabas en mí! Porque en ti está la
sabiduría. Y el amor a la sabiduría tiene un nombre en griego, que se dice
filosofía, al cual me encendían aquellas páginas. No han faltado quienes han
engañado sirviéndose de la filosofía, coloreando y encubriendo sus errores con
nombre tan grande, tan dulce y honesto. Más casi todos los que en su tiempo y
en épocas anteriores hicieron tal están indicados y descubiertos en dicho
libro. También se pone allí de manifiesto aquel saludable aviso de tu Espíritu,
dado por medio de tu siervo bueno y piadoso [Pablo]: Ved que no os engañe nadie
con vanas filosofías y argucias seductoras, según la tradición de los hombres,
según la tradición de los elementos de este mundo y no según Cristo, porque en
él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad."...
Primer problema. El libro de
Cicerón se ha perdido, solo sabemos de su existencia por referencias como la
citada y otras más explicitas….
Segundo problema: no nos
coinciden las edades de Agustín, las épocas de su estudio de retórica, cuando
lee estos textos…
La mejor solución leer al
estudioso Gaarder y sus teorías algo presentistas sobre esa Floria que nos deja
su carta… según el autor noruego…
Al fin un libro te lleva a otro
libro, un autor a otro autor, como si fueras bajando por una escalera donde
cada peldaño, al descender, te recreara un tiempo, un conocimiento, una cultura
y unos conceptos que solo desde ahí se aprenden y explican esas circunstancias de
Ortega que completan y concluyen el “Yo”… Bajas y les entiendes… hasta llegar a
pozos muy puros, menos complejos, de autores y teorías… o subes por la escalera,
todo se complica, todo debe ser tenido en cuenta y comprendido que se sostiene
en edificios epistemológicos artificiosos y entramados en estructura, en
sistema, en corpúsculos interactivos e interdependientes…. Y al ascender…
alcanzas, casi, casi, el conocimiento del que tú eres capaz, sobre los hombros
de tantos sabios, de tantos esfuerzos, de tantos libros…
Escrito por: Javier Morera
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