domingo, 8 de mayo de 2016

LA ESCALERA DE LIBROS


Uno de los aspectos mas maravillosos de esas maravillas que son los libros, consiste en esa capacidad implícita que tienen ellos, inculcada y manifiesta por sus autores, de pedirnos el salto, la inferencia, la indagación en otro texto, en otro libro, en otra maravilla de ideas y conocimientos, términos e investigaciones que nos relaciona o completa nuestro tema, el saber que perseguimos…
Esta semana, en nuestra Asociación, humilde y poco docta, tratamos la obra de Gaarder; “Vita Brevis”, y, en cuanto lo comienzas, te apetece releer a Agustín de Hipona en su curioso texto de finales del siglo IV, “Las Confesiones”
Inmediatamente, te nacen los intereses y motivaciones por encontrar la explicación de cómo Agustín se revuelve entre los “maniqueos” y entre los “escépticos” de la Nueva Academia para, dejando a su concubina, encerrarse en una mística religiosa conventual que le llevara a ser considerado santo por la iglesia Católica… y te parece que estos párrafos del citado texto de Agustín “Confesiones, III, 4”, te lo pueden explicar…. ¿fue Cicerón y su libro perdido “Hortensius” la clave del cambio?…

“Entonces, en tan frágil edad, entre estos tales, yo estudiaba los libros de la elocuencia, en la que deseaba sobresalir con el fin condenable y vano de satisfacer la vanidad humana. Mas, siguiendo el orden usado en la enseñanza de tales estudios, llegué a un libro de un cierto Cicerón, cuyo lenguaje casi todos admiran, aunque no así su contenido. Este libro contiene una exhortación suya a la filosofía, y se llama el Hortensio. Tal libro cambio mis afectos y mudó hacia ti, Señor, mis súplicas e hizo que mis votos y deseos fueran otros. De repente apareció a mis ojos vil toda esperanza vana, y con el increíble ardor de mi corazón suspiraba por la inmortalidad de la sabiduría, y comencé a levantarme para volver a ti. Porque no era para suplir el estilo –que es lo que parecía que yo debía comprar con los dineros de mi madre en aquella edad de mis diecinueve años, haciendo dos que había muerto mi padre–; no era, repito, para pulir el estilo para lo que yo empleaba la lectura de aquel libro, ni era la elocuencia lo que a ella me incitaba, sino lo que decía.
 ¡Cómo ardía, Dios mío, cómo ardía en deseos de remontar el vuelo desde las cosas terrenas hacia ti, sin que yo supiera lo que entonces tú obrabas en mí! Porque en ti está la sabiduría. Y el amor a la sabiduría tiene un nombre en griego, que se dice filosofía, al cual me encendían aquellas páginas. No han faltado quienes han engañado sirviéndose de la filosofía, coloreando y encubriendo sus errores con nombre tan grande, tan dulce y honesto. Más casi todos los que en su tiempo y en épocas anteriores hicieron tal están indicados y descubiertos en dicho libro. También se pone allí de manifiesto aquel saludable aviso de tu Espíritu, dado por medio de tu siervo bueno y piadoso [Pablo]: Ved que no os engañe nadie con vanas filosofías y argucias seductoras, según la tradición de los hombres, según la tradición de los elementos de este mundo y no según Cristo, porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad."...

Primer problema. El libro de Cicerón se ha perdido, solo sabemos de su existencia por referencias como la citada y otras más explicitas….
Segundo problema: no nos coinciden las edades de Agustín, las épocas de su estudio de retórica, cuando lee estos textos…
La mejor solución leer al estudioso Gaarder y sus teorías algo presentistas sobre esa Floria que nos deja su carta… según el autor noruego…
Al fin un libro te lleva a otro libro, un autor a otro autor, como si fueras bajando por una escalera donde cada peldaño, al descender, te recreara un tiempo, un conocimiento, una cultura y unos conceptos que solo desde ahí se aprenden y explican esas circunstancias de Ortega que completan y concluyen el “Yo”… Bajas y les entiendes… hasta llegar a pozos muy puros, menos complejos, de autores y teorías… o subes por la escalera, todo se complica, todo debe ser tenido en cuenta y comprendido que se sostiene en edificios epistemológicos artificiosos y entramados en estructura, en sistema, en corpúsculos interactivos e interdependientes…. Y al ascender… alcanzas, casi, casi, el conocimiento del que tú eres capaz, sobre los hombros de tantos sabios, de tantos esfuerzos, de tantos libros…


  
 Escrito por: Javier Morera

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