“Éste
es, para mí, el más bello y más triste paisaje del mundo. Es el mismo paisaje
de la página precedente, pero lo he dibujado una vez más para mostrároslo bien.
Aquí fue donde el principito apareció en la Tierra, y luego desapareció.
Mirad
atentamente este paisaje a fin de estar seguros de que habréis de reconocerlo,
si viajáis un día por el África en el desierto. Y si llegáis a pasar por allí,
os suplico: no os apresuréis; esperad un momento, exactamente debajo de la estrella.
Si entonces un niño llega hacia vosotros, si ríe, si tiene cabellos de oro, si
no responde cuando se le interroga, adivinaréis quién es. ¡Sed amables
entonces! No me dejéis tan triste. Escribidme enseguida, decidme que el
principito ha vuelto…”
Así
termina esa bellísima historia escrita por Antoine de Saint-Exupéry en 1943.
La
mayoría de nosotros la hemos leído… varias veces y cuando paseamos por
desiertos llenos de gente o vamos a toda velocidad por tener el avión
estropeado… cuando es de día y estamos bajo la estrella del flexo en nuestra
cueva informática… cuando no hablamos con ninguna persona y no para de sonar el
movil… cuando tenemos sueño y no podemos dormir… seguimos esperando que
aparezca El Principito… con sus preguntas y su ingenuidad…
Y termino
con la dedicatoria de este piloto, que escribió entre celajes y nubes…
“Todas las personas grandes han sido niños
antes. (Pero pocas lo recuerdan.)”
Escrito
por: Javier Morera
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