sábado, 6 de diciembre de 2014

UN CAMBIO DE FRENTE, Y UN PERMISO


Erik Blair, escritor e izquierdista británico, vino a combatir al fascismo en España, tras el golpe militar de Franco contra el gobierno republicano. Cruzó el mar, países y montañas, para agarrar un fusil y unirse a las filas obreras españolas. Una vez en Barcelona, se unió a las fuerzas milicianas del POUM, y tras una improvisada y primitiva instrucción, marchó hacia el Frente de Aragón.

Banderas rojas que ondean ufanas contra el viento… Camiones que traquetean sobre las estrechas carreteras de la sierra: orgullosas aquellas; lentos los otros…

Y Erik llega a su destino. La Sierra de Alcubierre, nuestras áridas tierras de rastrojos y parideras, es donde pasará cerca de dos largos meses invierno… eternas guardias abrazado a un viejo fusil, salidas nocturnas a tierra de nadie, balas perdidas y monótona rutina… y frío; mucho frío. Sólo los que han vivido en una trinchera, saben lo que es el frío.


Manuel Gutierrez, en 1936, era un joven obrero de Barcelona afiliado a la CNT. Cuando el 19 de julio los anarquistas sofocan la sublevación en la ciudad condal, luchando codo con codo junto a la Guardia Civil, también Manuel saldría a las Ramblas con sus compañeros, celebrando el triunfo del pueblo. Pero mientras tanto, en Aragón, como en otras zonas del país, aquellas horas cruciales para nuestro siglo no se resolvieron de manera semejante y, en pos de la revolución, marcharon las fuerzas libertarias hacia el oeste. No bastaba con marchar con banderas por las calles; había que marchar al frente, y allí se fueron las banderas… y muchos jóvenes tras ellas; Manuel fue uno de ellos.

De miliciano, en Tardienta da Manuel con su boina rojinegra y su fusil. Lucha en la ermita y en el canal, en la trinchera y en las lomas, contra el frío y contra el hambre, contra los fascistas y contra sigo mismo. Al final, tras tanto batallar, le conceden un permiso, y vuelve unos días a su ciudad, Barcelona, con su familia…

Erik es inglés, y Manuel español; el primero lucha en las líneas del POUM, y este en las anarquistas… muy poco más les une a ambos: el día 13 de febrero de 1937, después de comer, la compañía de Manuel Gutierrez emprendió la marcha hacia Robres en perfecta formación. Hacía tres días que había terminado su permiso y volvía al frente. Y también a mediados de aquel frío mes de febrero se movilizaron los efectivos del POUM, pero en dirección opuesta: Erik abandonó Monte Trazo e inició una marcha de 80 km en camión hacia otra de las posiciones que cercaban Huesca.

Y entonces sucede: el destino, en su invariable marcha, une ambos hilos. 

En efecto, el sufrido Manuel y sus compañeros llegan a Robres, y escribirá luego el miliciano en su diario, con los últimos resplandores del sol: “a la entrada de Robres, muy cansados, nos sentamos en el suelo a descansar. Mientras descansamos, pasan en camión fuerzas del POUM”.

Quizá, y pese al cansancio, sentado en un camión, reparó Manuel en uno de aquellos hombres, más alto que el resto, balanceándose de un lado al otro al compás del vehículo. Era Erik… ¿vio él a Manuel?  Casi seguro. Y aunque tan sólo fuese un instante fugaz entre el parpadeo de una mirada y la deriva de la otra, aquel momento de conexión fue, no obstante, más profunda y total que la de dos personas que viven en el mismo rellano durante décadas, o que la de dos compañeros de trabajo tras años compartiendo la misma oficina y la misma mesa. Estoy seguro de ello, porque aquel vinculo no lo motivó ni el trabajo, ni la necesidad, ni la conveniencia, ni ninguna otra causa cotidiana: fueron sus respectivas ideas las que se encontraron, fue la misma fuerza de un ideal el que llevó al inglés y al español, al socialista y al anarquista, a cruzar sus caminos aquel día, en aquel lugar. Y aquella misma idea fue la lucha por la libertad.

Manuel volvió al frente y participó en la gran ofensiva de Huesca, en el transcurso de la cual halló la muerte algún día de septiembre de aquel mismo año de 1937, siete meses después de cruzarse con Erik. Antes, coincidió con mi abuelo en la Sección de Transmisiones y juntos compartieron penurias y alegrías… pero eso ya es otra historia. Hoy, solo sabemos de Manuel que luchó en el 493 Batallón de la 124 Brigada Mixta, y que inició un diario que no pudo culminar.

Erik Blair, más conocido como George Orwell, volvió a su tierra e inmortalizó sus experiencia en “Homenaje a Cataluña”, un relato desgarrador que, en gran medida, inspiraría su posterior y más insigne obra, “1984”. Hoy, años después de su muerte, es una figura clave de la literatura por su reflexión crítica y hasta profética a cerca del totalitarismo y el poder.

Cuando, estos días en los que despierta nuevamente el duro invierno, paso otra vez esas hojas en las que el autor nos transporta a la guerra de nuestros padres; me emociono por lo que muchos de ellos sufrieron, por lo mucho que creyeron… por lo mucho que todos perdimos… ¿Qué no tendríamos si hubiese caído Orwell?... Y… si Manuel hubiese salvado la vida… ¿Qué tendríamos?



Escrito por: Eloy Morera

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