“Es una sensación muy rara la que debe de
sentir una muchacha sin experiencia que, de repente, se encuentra sola en el
mundo, aislada de todos sus amigos y sin saber siquiera si podrá llegar hasta
el puesto donde se dirige, ni tampoco puede, por muchas razones, volver al
sitio que ha dejado. El encanto de la aventura suaviza esta sensación, y el
orgullo exalta, pero el miedo la complica. Y el miedo me dominaba, sobre todo
cuando transcurrió media hora y continuaba mi soledad. Entonces me decidí a
llamar.” (Cap. XI)
Continuamos con la compleja e
intrigante obra de Charlotte Brontë, “Jane Eyre” en la que nos narra algunos
aspectos autobiográficos de la dura infancia de sus cuatro hermanas, y de ella
misma…
Jane va superando todas las
dificultades que le presenta la vida, a la vez que se va construyendo una mujer
madura, inteligente y con un envidiable dominio de sus pasiones y de sí misma.
De esta forma llega a ser una ejemplar
institutriz y poco a poco va cambiando su pobre destino… llega a ser la
institutriz de una familia noble en Thornfield, allí conoce al señor Rochester...
pero por unas raras circunstancias debe abandonar el lugar y volver a la
pobreza, pero Jane, nunca se rinde y sigue luchando… sigue estudiando, aprendiendo
y de nuevo es una institutriz en un pueblo… pero siempre se mantiene fiel a sus
pensamientos.
Jane, se enfrenta a la vida, a
los problemas… siempre sigue adelante, siempre caritativa... busca el cambio y
la aventura… nunca pierde la esperanza.
Jane es la heroína de un mundo
que no la sabe valorar, y que la desprecia desde su más tierna infancia. Lo que
aún le da más merito del resultado como persona…
Jane es la fuerza de los que le
rodean…
Finalmente, tras superar duras
y difíciles etapas… el fuego actúa de purificador, eliminando ciertas barreras
del pasado y convirtiendo a los dos protagonistas en una sola alma.
Este jueves seguiremos
dialogando sobre Jane Eyre y la versión cinematográfica del 2011.
“No hay dicha comparable a la de ser amado
por los que nos rodean y tener la convicción de que nuestra presencia aumenta
su felicidad” (Cap. XXII)
Escrito por: Eva Morera
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