Vuelve la primavera, el lunes
20 de marzo de 2017, se nos presenta en la estación del hemisferio norte,
procedente de la luminosa ciudad del sol y por el seguro aunque algo lento
discurrir de traslación, la querida, joven y esperada primavera.
Los árboles, las flores, los
pájaros, todos la esperaban y la adivinaban… ellos y ellas, con su genético
instinto sabían que vendría y que venia, que llegaba… Y aquí está, parece que
en el jardín del Gigante Egoísta, el invierno ha terminado rendido por el calor
del amor… como veíamos hace unas semanas en uno de los cuentos de Oscar Wilde.
Llega la primavera… que no es
nada mas que un regalo de luz, de mas luz, de mejor luz, de mucha luz sobre la
oscuridad de la ignorancia y el frío del invierno…
¡Nos gusta la luz y poder ver
todo mas y mejor con mas y mejor luz!
También los griegos clásicos
mostraban una tendencia esencial a la luz… una vocación singular y pertinente
al ver lúcido y claro, un amor a la luz, a lo exacto, al orden, al logos. El
hombre griego no desconoce las tinieblas ni la irracionalidad monstruosa y
pavorosa, ni el aspecto tremendo de los sucesos imprevisibles, ni el choque
ciego de las pasiones; pero su espíritu decididamente polarizado hacia la luz,
se vierte entero en la historia de la conquista, a veces fatigosa y
atormentada… Ha nacido para ver, la vista es para él el sentido mas divino, el
órgano de la revelación. A pesar de que su alma deje salir no pocas veces a la
superficie, procedentes de la más profunda intimidad, las imágenes terroríficas
de un pasado ancestral y lejano y las reminiscencias de una oscura
civilización, él se abre al mundo y a lo visible con la fresca ingenuidad de un
neonato… El pensador griego no ignora el infinito, pero el infinito no es
objeto ni de su pensamiento, ni de su amor… el infinito es oscuro… y prefiere
el presente objetivo iluminado por la luz de la razón y comprobado por el tacto
evidente de la visión…
Pero esta semana, despidiendo
al invierno, que no ha sido excesivamente largo, ni frío, nos entristecemos con
una de las tragedias clásicas mas frías y tristes; si, ya se que todas lo son,
como los inviernos son de hielo y los veranos de sequía… ya sabemos que Áyax no
se adapta con la decisión de los helenos sobre la herencia de las armas del
invencible Aquiles, ya sabemos que Áyax peca de jactancia al prescindir de los
favores de los dioses en sus hazañas bélicas, es el héroe no ayudado,
abandonado, solo humano, así sufre su triste suerte… Ya sabemos que es un
modelo, un ejemplo, una parábola que Sófocles nos inmortaliza con nombre para
que aprendamos “lo que no debemos hacer”… ya sabemos que todos los inviernos
pasan… ya sabemos que la primavera viene de camino y que cada rotación esta mas
cerca… pero para Áyax, para Tecmesa, para Eurísaces, para Teucro, para Telamon,
para Peribea… no llego mas la primavera.
Escrito por: Javier Morera
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