“Siempre me han gustado los límites: el límite de la noche cuando
el color de la tierra se desvanece, el límite de una discusión cuando una idea
fija se ajusta a otros puntos de vista, el límite de un cuerpo cuando la piel
entra en contacto con el aire o con mis caricias. Amo los limites por el punto
de vista que proporcionan. Si me invitan a una barbacoa en el jardín, me verán
escabullirme –tan discretamente como puede hacerlo alguien que maneja una silla
de ruedas motorizada- para observar el limite de la propiedad y allí buscar
señales de historia: una verja rota, herramientas descartadas, un cambio en la
pendiente donde un vecino echó tierra para quitar el desnivel. En tales límites
podemos ver juntos el pasado y el presente; la historia se hace visible.
….. /….
Quiero pensar en aquellos momentos en que nos detuvimos en el
límite, en que sentimos la presencia de lo que se ha ido, cuando sentimos la
promesa –o la amenaza- de las cosas que están por venir. Tal vez es solo el
momento del año. Cosechamos los últimos tomates, sin saber que son los últimos,
hasta que nos despertamos una mañana y vemos una sabana de escarcha sobre los
campos, y nuestras petunias agachadas en sus lechos. Los árboles se incendian,
laderas enteras se incendian. Hombres armados vagan por los bosques; nos
despiertan unos disparos de rifle. Es como si cada año por esta época el mundo
imaginara su propio fin. Tal vez, también, mi interés por los límites sea
personal. Estoy en el límite de una vida que se ha vuelto mas corta por la
enfermedad y no puedo evitar salir del momento presente para llorar mis
perdidas y sentir mis temores. Suspiro por mi perdida destreza como bailarín de
“hula hula”, tengo miedo del día en que no pueda llevarme a los labios una
cucharada de gelatina de limón.
Pero todos estamos parados en el límite. El momento presente es en
si mismo un limite, una evanescente astilla de tiempo entre pasado y futuro.
Nuestros placeres y preocupaciones terrenales nos alejan continuamente de él”…
Termina el año y termina
nuestro calendario… nos espera este jueves la última cita concertada… y es con
ese libro poco divulgado y menos leído que se titula: “Aprendiendo a caer” de
Philip Simmons.
En este texto, se reflexiona en
doce capítulos, sobre la vida y su final ineludible: la muerte… un tema que
todos deberíamos afrontar mas pronto que tarde y que sería muy apropiado para
estas fechas próximas al final del año…
Es mucho más cercano a nosotros
y a nuestro momento de cambio de año que ponerse absurdas ropas rojas y
atragantarse con uvas en unas campanadas que son tan simbólicas y falsas como lo es un reloj
al verdadero paso del tiempo…
Es verdad que acaba una vuelta
de la Tierra alrededor del sol… no es verdad que empieza una año ni que
termina… todo es relativo… lo único cierto es que nuestro tiempo, que era la única
oportunidad que teníamos de vivir en estas dimensiones… se acerca mas a su
final… como nuestro calendario…
Escrito por: Javier Morera
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