Aunque no nos reunamos de
manera presencial, para seguir comentando nuestros momentos de lectura y
reflexión… Continuamos con este blog, con el fin de participar y divulgar esos libros
y pensamientos de seres maravillosos, que nos hicieron y nos hacen “conocer”,
“sentir” lo mas bonito e interesante de nuestro paso por el mundo…
Afortunadamente, gracias a los
medios como el correo electrónico e Internet, podemos tener a nuestra
disposición, en el espacio de estas técnicas tan de ensueño y fantasía, la
“carta” o la “opinión” que leeremos cuando nos parezca oportuno y conveniente.
Escribo en este otoño de un
texto que siendo relato, ensayo, calendario… es filosofía y poesía… En la introducción ya nos lo muestra:
La vida es un fenómeno pequeño, nuevo, dudoso y corto, pero sin
duda también el mas bello espectáculo del Universo. Lastima que tantos,
demasiados, se lo pierdan. Proponemos una mas de las posibles formas de
contemplarlo, aunque estamos bastante convencidos de que la complicidad y, en consecuencia,
las posibilidades de comprenderlo y disfrutarlo, se multiplican cuando mezclas
tu tiempo con el de los ciclos de la Naturaleza.
El
CALENDARIO DE LA NATURALEZA de Joaquín
Araújo, es un libro para mirar… con sus bellos dibujos de Juan Varela… Es
un libro para leer a trocitos, con el tiempo, con tiempo, según el mes, según
el día, según nuestras ganas y nuestros ánimos…
Es un libro para pensar… porque
al final somos parte de la Naturaleza, somos vida… somos tiempo… somos un
calendario que pasa las hojas de nuestras emociones y sentimientos, haciendo
capítulos de épocas como estaciones de nuestra biografía…
Cuando Araújo se dedica al
otoño, lo prepara con parrafazos de vida:
Tiempo de lo cumplido, entero, alcanzado. Serenamente alegre.
Con el manso orgullo de lo equilibrado. Los días tienen la piel de terciopelo y
saben a melocotón maduro. Paisajes enteros se levantan de su siesta, se lavan
con las lluvias de septiembre y se refrescan con noches crecientes. Todo parece
aliviado por la renacida transparencia.
La luz, harta de estar turbia, se resarce escanciando su
completo repertorio de tonalidades por los aires bajos, por las arboledas, y
hasta los horizontes parecen recién maquillados…
Los bosques son para el otoño y no solo porque la mayor parte
de su producción culmine ahora, ante todo por el olor que desprenden. El
activarse de la fertilidad natural levanta vaharadas literalmente
trascendentes. Porque huele a humus, es decir, a hombre, a nosotros mismos.
Pasear el otoño mojado es como un reencuentro con nuestras más lejanas raíces.
Y alegra.
Y concretamente para el mes de
noviembre que vivimos nos dice:
Tiempo de hacernos boscosos. Nos llama la arboleda porque ahora
está acaparando algunos de los mejores y más significativos sucesos del calendario
de la Naturaleza. Su ocaso ya es amanecer.
Los árboles deciduos acaban sus esfuerzos anuales con el
comienzo de su propia fertilidad.
Las hojas cayendo ya son todo un acontecimiento. Desplome que
construye todo el porvenir del bosque y de los suyos, que aquí son siempre más
que en cualquier otra parte. ¿Tenemos que recordar que mas del setenta por
ciento de los seres vivos del planeta viven en sus bosques?.
En fin, antes de viajar del cielo a las raíces, el traje de los
árboles se carnavaliza. Acepta el disfraz, el maquillaje, la provocación
colorista, la ambigüedad. Parece un incendio y es que está apagándose el
bosque. Creemos que muere y está naciendo. El aparente silencio no es mas que
un roció de voces quedas y diminutas, el adiós de las hojas, que cuentan el
sentido de la muerte. Su desmayo es una alegría.
Disfrutarlo en su tiempo…
Escrito por: Javier Morera
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