sábado, 15 de julio de 2017

OTRA VEZ MI COMPLEJO DE SIMPLÓN




Hay dos cosas que me suceden cuando leo libros… cuando releo las obras que tanto me han gustado… cuando me vuelvo a plantear que tengo una buena cabeza y soy capaz de pensar casi como un intelectual… si, aunque sea de segunda fila…

Una de esas ocurrencias recurrentes que me revolotean en el ático de mi cerebro, allí entre el neocortex y el hipotálamo… es que los tiempos se repiten, las personas se repiten, los momentos y hasta las conversaciones se repiten… como si flotáramos entre “pensaderos” de la creativa imaginación de Rowling (Harry Potter)… cuando leo obras que tienen cien años… parece que es un ensayo de un profesor de sociología de nuestra Universidad que ha sacado un resumen de su recién encuadernada tesis doctoral…

La segunda cosa que me pide pista para aterrizar entre mi imaginación y mis ideas creativas… es que ya… todo lo que se tenía que decir, escribir y crear… ya… esta escrito… Si, leer a los buenos es ponerse malo… leer a los listos es parecerse tonto… leer a los creativos es sentirse sin musa… leer a Oscar Wilde… es coger un complejo de simplón… que solo me falta ver los Simpson y comer palomitas hasta pesar cien kilos… y luego unas cervezas y a roncar…

Esta semana nos metemos con Oscar… “El Abanico de Lady Windermere”… si quieres acomplejarte… te dejo una cita de cómo empieza el Acto primero…
Si te atreves… lees la obra… y luego hablamos… ¡si puedes con su densidad de sutilezas que te regala por segundo!
¿Qué no las ves?
Vale, dedícate al parchís que es lo tuyo, campeón…

LORD DARLINGTON (Coge una silla y se acerca.) Soy un completo miserable, lady Windermere. Debe usted decirme qué es lo que hice.

LADY WINDERMERE.- Bueno; pues estarme echando flores toda la noche.

LORD DARLINGTON (Sonriendo.).- ¡Ah! Hoy día estamos tan pobres de todo, que la única cosa divertida es echar flores. Es lo único que puede echarse.

LADY WINDERMERE (Moviendo la cabeza.).- No, le estoy a usted hablando muy seriamente. No sonría usted, lo digo muy en serio. No me gustan los cumplidos y me parece inconcebible que haya quien crea agradar extraordinariamente a una mujer por decirle un montón de cosas en las que no cree.

LORD DARLINGTON.- ¡Ah! Pero es que yo las creo.

LADY WINDERMERE (Gravemente.).- Espero que no. Sentiría tener que regañar con usted, lord Darlington. Ya sabe que le quiero mucho. Pero dejaría de quererle en absoluto si pensase que es usted como la mayoría de los hombres. Créame: es usted mejor que la mayoría de los hombres, pero a veces quiere usted parecer peor.

LORD DARLINGTON.- Todos tenemos nuestras pequeñas vanidades, lady Windermere.

LADY WINDERMERE.- ¿Y por qué hace usted de esa, especialmente, la suya?

LORD DARLINGTON (Siempre sentado en el centro.).- ¡Oh! En la actualidad, hay tanta gente en sociedad que pretende ser buena, que me parece casi una prueba de grata y modesta disposición pretender ser malo. Además, es preciso confesarlo. Si pretende uno ser bueno, el mundo le toma a uno muy en serio. Y si pretende ser malo, sucede lo contrario. Tal es la asombrosa estupidez del optimismo.

LADY WINDERMERE.- Entonces, ¿usted no quiere que el mundo le tome en serio, lord Darlington?

LORD DARLINGTON.- No, el mundo, no. ¿Quién es la gente a la que el mundo toma en serio? Toda la gente más aburrida para mí, desde los obispos para abajo. Me gustaría que me tomase usted en serio, lady Windermere; usted más que nadie en la vida.

LADY WINDERMERE.- ¿Por qué yo?

LORD DARLINGTON (Después de una breve vacilación.).- Porque creo que podríamos ser grandes amigos. Puede usted necesitar algún día un amigo.

LADY WINDERMERE.- ¿Por qué dice usted eso?

LORD DARLINGTON.- ¡Oh!... Todos necesitamos a veces amigos.

LADY WINDERMERE.- Creo que somos ya buenos amigos, lord Darlington. Podemos seguir siéndolo siempre, mientras usted no...

LORD DARLINGTON.- ¿No qué?

LADY WINDERMERE.- No lo eche a perder diciéndome cosas extravagantes y tontas. Me cree usted una puritana, ¿verdad? Bueno, pues tengo algo de puritana. Quisieron educarme así. Me alegro mucho de eso. Mi madre murió cuando era yo una simple niña. Viví siempre con lady Julia, la hermana mayor de mi padre, como usted sabe. Era severa conmigo, pero me enseñó lo que el mundo está olvidando: la diferencia que hay entre lo que está bien y lo que está mal. No toleraba ninguna claudicación. Yo tampoco la tolero.

LORD DARLINGTON.- ¡Mi querida lady Windermere!

LADY WINDERMERE (Recostándose en el sofá.).- Me mira usted como si fuese de otra época. ¡Bien; lo soy! Sentiría estar al mismo nivel de una época como esta.

LORD DARLINGTON.- ¿La cree usted mala?

LADY WINDERMERE.- Sí. Hoy en día la gente parece considerar la vida como una especulación. Y no es una especulación. Es un sacramento. Su ideal es el amor. Su purificación es el sacrificio.

LORD DARLINGTON (Sonriendo.).- ¡Oh, todo es preferible a ser sacrificado!

LADY WINDERMERE (Inclinándose hacia adelante.).- No diga usted eso.

LORD DARLINGTON.- Lo digo. Lo siento... Lo sé.


 
Escrito por: Javier Morera


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