Hay dos cosas que me suceden
cuando leo libros… cuando releo las obras que tanto me han gustado… cuando me
vuelvo a plantear que tengo una buena cabeza y soy capaz de pensar casi como un
intelectual… si, aunque sea de segunda fila…
Una de esas ocurrencias
recurrentes que me revolotean en el ático de mi cerebro, allí entre el
neocortex y el hipotálamo… es que los tiempos se repiten, las personas se
repiten, los momentos y hasta las conversaciones se repiten… como si flotáramos
entre “pensaderos” de la creativa imaginación de Rowling (Harry Potter)… cuando
leo obras que tienen cien años… parece que es un ensayo de un profesor de
sociología de nuestra Universidad que ha sacado un resumen de su recién
encuadernada tesis doctoral…
La segunda cosa que me pide
pista para aterrizar entre mi imaginación y mis ideas creativas… es que ya…
todo lo que se tenía que decir, escribir y crear… ya… esta escrito… Si, leer a
los buenos es ponerse malo… leer a los listos es parecerse tonto… leer a los
creativos es sentirse sin musa… leer a Oscar Wilde… es coger un complejo de simplón…
que solo me falta ver los Simpson y comer palomitas hasta pesar cien kilos… y
luego unas cervezas y a roncar…
Esta semana nos metemos con
Oscar… “El Abanico de Lady Windermere”… si quieres acomplejarte… te dejo una
cita de cómo empieza el Acto primero…
Si te atreves… lees la obra… y
luego hablamos… ¡si puedes con su densidad de sutilezas que te regala por
segundo!
¿Qué no las ves?
Vale, dedícate al parchís que
es lo tuyo, campeón…
LORD DARLINGTON (Coge una silla y se acerca.) Soy un completo
miserable, lady Windermere. Debe usted decirme qué es lo que hice.
LADY WINDERMERE.- Bueno; pues estarme echando flores toda la
noche.
LORD DARLINGTON (Sonriendo.).- ¡Ah! Hoy día estamos tan pobres
de todo, que la única cosa divertida es echar flores. Es lo único que puede
echarse.
LADY WINDERMERE (Moviendo la cabeza.).- No, le estoy a usted hablando muy seriamente. No sonría usted, lo digo muy en serio. No me gustan
los cumplidos y me parece inconcebible que haya quien crea agradar
extraordinariamente a una mujer por decirle un montón de cosas en las que no
cree.
LORD DARLINGTON.- ¡Ah! Pero es que yo las creo.
LADY WINDERMERE (Gravemente.).- Espero que no. Sentiría tener
que regañar con usted, lord Darlington. Ya sabe que le quiero mucho. Pero
dejaría de quererle en absoluto si pensase que es usted como la mayoría de los hombres.
Créame: es usted mejor que la mayoría de los hombres, pero a veces quiere usted
parecer peor.
LORD DARLINGTON.- Todos tenemos nuestras pequeñas vanidades,
lady Windermere.
LADY WINDERMERE.- ¿Y por qué hace usted de esa, especialmente,
la suya?
LORD DARLINGTON (Siempre sentado en el centro.).- ¡Oh! En la actualidad,
hay tanta gente en sociedad que pretende ser buena, que me parece casi una
prueba de grata y modesta disposición pretender ser malo. Además, es preciso
confesarlo. Si pretende uno ser bueno, el mundo le toma a uno muy en serio. Y
si pretende ser malo, sucede lo contrario. Tal es la asombrosa estupidez del
optimismo.
LADY WINDERMERE.- Entonces, ¿usted no quiere que el mundo le
tome en serio, lord Darlington?
LORD DARLINGTON.- No, el mundo, no. ¿Quién es la gente a la que
el mundo toma en serio? Toda la gente más aburrida para mí, desde los obispos para
abajo. Me gustaría que me tomase usted en serio, lady Windermere; usted más que
nadie en la vida.
LADY WINDERMERE.- ¿Por qué yo?
LORD DARLINGTON (Después de una breve vacilación.).- Porque creo
que podríamos ser grandes amigos. Puede usted necesitar algún día un amigo.
LADY WINDERMERE.- ¿Por qué dice usted eso?
LORD DARLINGTON.- ¡Oh!... Todos necesitamos a veces amigos.
LADY WINDERMERE.- Creo que somos ya buenos amigos, lord
Darlington. Podemos seguir siéndolo siempre, mientras usted no...
LORD DARLINGTON.- ¿No qué?
LADY WINDERMERE.- No lo eche a perder diciéndome cosas extravagantes
y tontas. Me cree usted una puritana, ¿verdad? Bueno, pues tengo algo de
puritana. Quisieron educarme así. Me alegro mucho de eso. Mi madre murió cuando
era yo una simple niña. Viví siempre con lady Julia, la hermana mayor de mi
padre, como usted sabe. Era severa conmigo, pero me enseñó lo que el mundo está
olvidando: la diferencia que hay entre lo que está bien y lo que está mal. No
toleraba ninguna claudicación. Yo tampoco la tolero.
LORD DARLINGTON.- ¡Mi
querida lady Windermere!
LADY WINDERMERE (Recostándose en el sofá.).- Me mira usted como
si fuese de otra época. ¡Bien; lo soy! Sentiría estar al mismo nivel de una
época como esta.
LORD DARLINGTON.- ¿La cree usted mala?
LADY WINDERMERE.- Sí. Hoy en día la gente parece considerar la
vida como una especulación. Y no es una especulación. Es un sacramento. Su
ideal es el amor. Su purificación es el sacrificio.
LORD DARLINGTON (Sonriendo.).- ¡Oh, todo es preferible a ser sacrificado!
LADY WINDERMERE (Inclinándose hacia adelante.).- No diga usted
eso.
LORD DARLINGTON.- Lo digo. Lo siento... Lo sé.
Escrito por: Javier Morera
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