miércoles, 19 de junio de 2013

LA SELVA Y EL AMOR


“Poco antes del mediodía cesó de llover y se alarmó. Tenía que seguir lloviendo, de otra manera comenzaría la evaporación y la selva se sumiría en una niebla densa que le impediría respirar y ver más allá de su nariz.
De pronto, millones de agujas plateadas perforaron el techo selvático iluminando intensamente los lugares donde caían. Estaba justo bajo un claro de nubes, encandilado con los reflejos del sol cayendo sobre las plantas húmedas.
Se frotó los ojos maldiciendo y, rodeado por cientos de efímeros arco iris, se apresuró en salir de allí antes que comenzara la temida evaporación.
Entonces la vio.
Alertado por un ruido de agua caída de improviso, se volvió, y pudo verla moviéndose hacia el sur, a unos cincuenta metros de distancia.
Se movía con lentitud, con el hocico abierto y azotándose los costados con el rabo. Calculó que de cabeza a rabo medía sus buenos dos metros, y que parada sobre dos patas superaba la estatura de un perro pastor.
El animal desapareció tras un arbusto y casi enseguida se dejó ver nuevamente. Esta vez se movía en dirección norte.
—Ese truco lo conozco. Si me quieres aquí, bueno, me quedo. Entre la nube de vapor tú tampoco vas a ver nada —le gritó, y se parapetó apoyando la espalda en un tronco.
La pausa de lluvia convocó de inmediato a los mosquitos. Atacaron buscando labios, párpados, rasmilladuras. Las diminutas arenillas se metían en los orificios nasales, en las orejas, entre el pelo.”

En el libro que nos devora esta semana, Luis Sepúlveda nos ha llevado al corazón de la selva, junto a Antonio José Bolívar Proaño, casi un viejo… para una selva tan dura… poco romántico a simple vista, o al menos, curioso ser humano que aprecia los libros… y no cualesquiera, sino las novelas de amor… los besos apasionados… el amor que duele, para diferenciarlo de esas otras formas que llaman amor pero solo es vana diversión…
Cuando lees este libro y entiendes ese mundo… te recuerda y evoca otros libros, otras vidas, otros mundos, donde el ser humano esta solo, indefenso, casi perdido entre situaciones y accidentes complejos, difíciles para entender, mas aun para controlar…
Nos recuerda a ese otro poeta de la selva que fue hace ya muchos años, José Eustasio Rivera y su gran obra: “La Vorágine” un canto al drama humano en las selvas, llenas de dificultades, llenas de tiranos, llenas de esclavizadores, llenas de vida… llenas de muerte..

Os dejo con una cita de este autor colombiano… y con las ganas de devorar estos libros… o de ser devorados por esas selvas de letras… solitarios y pasiones…



“¿No los había instruido una y otra vez en la urgencia de desechar esa tentación, que la espesura infunde en el hombre para trastornarlo?. Él les aconsejó no mirar los árboles, porque hacen señas, ni escuchar los murmullos, porque dicen cosas, ni pronunciar palabra, porque los ramajes remedan la voz. Lejos de acatar esas instrucciones, entraron en chanzas con la floresta y les vino el embrujamiento, que se transmite como por contagio; y él también, aunque iba delante, comenzó a sentir el influjo de los malos espíritus, porque la selva principió a movérsele, los árboles le bailaban ante los ojos, los bejuqueros no le dejaban abrir la trocha, las ramas se le escondían bajo el cuchillo y repetidas veces quisieron quitárselo. ¿Quién tenía la culpa?” 


Escrito por: Javier  Morera  Betés

No hay comentarios: