Momo perdía el tiempo en las ruinas del anfiteatro y lo
que es peor, al estar con esos niños que perdían las clases de ortografía, de aritmética
y de geografía… también les hacia perder el tiempo…
Momo les contaba cuentos, donde se dilucidaban los grandes
problemas de la vida… ¡muertes!, ¡huérfanos!, perdidos y despreciados,
enamorados y enfermos… sabios, magos, hadas y parejas felices…
¡Que cuentos para perder el tiempo!
¡Con la de cosas importantes que estarían aprendiendo en
la escuela! o lo calentitos y descansados que estarían en el salón de su casa
viendo programas interesantísimos sobre la vida sexual de las mariposas o las
mil maneras que hay de cultivar una rosa en la prisión de una maceta…
Afortunadamente a los adultos efectivos y eficaces no nos
engañan con cuentos… sabemos que es lo importante y vamos a ello sin
miramientos… si hay una enfermedad la matamos, que importa el enfermo… si hay
un delito lo perseguimos, que mas da el delincuente… si hay una mentira la
descubrimos, todos los mentirosos son iguales… si hay un deporte ganamos, que
importancia tiene lo que sufre nuestro cuerpo… si hay una ley, la cumplimos…
¡No nos educaron para pensar, sino para cumplir con el trabajo!
Y cuando hemos ahorrado tiempo, cuando hemos cumplido con
nuestro deber gregario, social y económico… si nos queda tiempo… gastamos un
poco de nuestro dinero para que nos distraigan…
¡HAY QUE MATAR EL TIEMPO!
Escrito por: Javier
Morera Betés
2 comentarios:
Caray con "Vivir el tiempo"... vas al grano, y el comentario no tiene desperdicio.
Gracias.
Vicente Galdeano
Fina ironía, me encanta.
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