En la anterior publicación
reflexionábamos sobre la arquitectura y la Naturaleza. Es muy interesante para
el humano recordar su origen como especie y estar siempre en contacto con el
mundo natural. Es imprescindible tener muy claro para todos que NO podemos
aislarnos de nuestro ser natural, de nuestros compañeros del planeta, los
animales y las plantas, los virus y las bacterias. Recordar el agua, las rocas,
las estaciones… el sol… la luna… el día y la noche… el clima…
Parece que con nuestras
“comodidades” y altas tecnologías, pretendemos aislarnos de todo y de
todos…para entonces conectarnos con otros mundos lejanos a través de medios
artificiales como las pantallas y teléfonos móviles…
La arquitectura tiene aquí
mucho que ver, que decir. Cuando construimos una casa, un barrio, una
urbanización, una ciudad… estamos configurando unas maneras de vivir, de
socializarse, de educar, de convivir y relacionarse… estamos confeccionando el
modo de vivir, de ser.
Los arquitectos, como profesionales
de la construcción, deben estar en contacto con la sociología, con la
filosofía, con la psicología, con la medicina, con maestros y políticos…
Y nos debemos preguntar quien
sirve a quien… ¿Cual es el poder que gobierna la construcción de edificios y
barriadas?
Tendremos que planificar mejor
las ciudades y las casas, los parques y los paseos… jardines y fuentes… O, si
seguimos así, crear mas hospitales para salud mental, mas islas para “huir” de
vacaciones, mas aventuras para fin de semana… y como no, mas y mas cárceles
bien aisladas y recónditas en paramos de la “Reserva” estéril del planeta… y
enormes cementerios… tranquilos… con los árboles que no pudimos disfrutar en
vida…
Pensemos en esto.
También podemos leer libros
como “Zaragoza Dibujada”, publicado
ya hace unos años por el académico, profesor y arquitecto José Laborda Yneva.
Con el ejemplo de la ciudad de
Zaragoza y sus ultimas construcciones, nos lleva de la mano, analizando
virtudes y defectos de esos ladrillos y hormigones, tejas y cristales que
configuran los refugios y guaridas del ser humano… pero que también nos
muestran sus posibilidades y estatus, sus gustos y sus miedos, sus jerarquías y
poderes…
Nuestra casa es también nuestra
manera de vivir… si la hemos elegido a nuestro gusto, dice como somos, al igual
que nuestra ropa o nuestro comportamiento… si solo la habitamos sin poder
seleccionar, dice todo lo que no podemos ser ni conseguir… dice nuestras
carencias, nuestras necesidades y nuestras patologías presentes o futuras,
nuestros sufrimientos…
Y, para la mayoría, nuestra
casa es nuestra hipoteca, nuestra prisión que nos limita para poder trabajar
menos o vivir otras posibles motivaciones.
Un ejemplo para pensar, nos
dice el autor citado, es el caso de las plazas de una ciudad, de nuestra
Zaragoza. Las plazas han sido siempre el lugar donde pararnos, donde
encontrarnos, donde jugar de niños y bailar en las fiestas, donde hablarnos y
donde festejar nuestros amores… el lugar donde tomar el sol o la fresca, donde
descansar y ver como pasa la vida por las calles…
Ahora tendemos a hacer plazas
enormes, de distribución de trafico, de carteles publicitarios, de ruido y
riesgo, de perderse, sin bancos, sin protecciones… plazas como la de las
catedrales en Zaragoza, que sirven para todo y no sirven para nadie… solo para
colonizarlas por “terrazas” donde se permite el ruido, la basura, el alcohol,
el tabaco… todo… pero “pagando” por estar en tu plaza.
Escrito por: Javier Morera
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