miércoles, 24 de enero de 2018

VUELVE NUESTRO BATALLADOR


Cuenta la leyenda que el Rey Arturo, durmiente en Ávalon, retornará a salvar a su pueblo cuando éste sea amenazado por cualquier enemigo o peligro.

Y de hecho, así lo creían muchos ingleses durante la Edad Media. En Aragón, sin embargo, parece que esta leyenda no arraigó de la misma manera… quizá porque, después de todo, la propia historia de aquél singular reino era ya una leyenda.

A veces, mito y realidad se confunden en el medioevo aragonés, y la fantasía influye sobre los hechos de tal manera que se hace realidad. Es lo que ocurrió allá por el año 1178, cuando reinaba en Aragón Alfonso II, hijo del célebre matrimonio entre Petronila de Aragón y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona.

Habían pasado cuarenta y cuatro años de la muerte del rey Alfonso I, pero durante todo este tiempo no se había conseguido nada parecido a lo que el Batallador lograse. Por el contrario, sucedieron sucesivos conflictos y tensiones: el primer interregno de la historia de Aragón, la pérdida de territorios ganados previamente a al-Ándalus, la llegada de los almohades, disensiones internas entre señores y nobles aragoneses… Y entonces, como ocurre siempre que el futuro se percibe incierto, se volvió la vista a un pasado mejor. Hubo quien anheló aquellos años en los que Aragón era un reino fuerte y reconquistador… Y fueron muchos los súbditos de Alfonso II que, melancólicos, suspiraban al evocar aquél rey que también se llamaba Alfonso…
Estas gentes no clamaban el regreso de Arturo, sino el del verdadero Batallador.

Finalmente, el rey cruzado apareció de nuevo en el invierno de 1178. El desterrado venía para recuperar su reino.
Por extraño que parezca, la noticia alcanzó los más apartados rincones de la Corona; muchos, incluso fueron al encuentro del legendario rey para sumarse a su invicta hueste; el mismísimo Alfonso II, preocupado enormemente por la creciente fuerza del rumor, se vio obligado a solicitar la ayuda del rey de Francia, Luis VII, apodado El Joven -así lo atestiguan dos cartas del monarca que el profesor Lacarra fechó entre 1178 y 1179-.

Según la crónica de Rada, primera en recoger los fantásticos hechos, todo fue debido a la incierta muerte del rey Batallador, el cual podía no haber sido muerto en la fatídica Batalla de Fraga:

“Sobre este advenimiento de la muerte que le aconteció allí, dicen unos que no apareció más, vivo ni muerto; otros dicen que apareció su cadáver y fue enterrado en Montaragón. Otros dicen aún –porque muchas fueron las versiones de los hombres sobre la muerte de tal rey-, que salió vivo de la batalla y se hizo peregrino, y después de gran tiempo reapareció, y muchas gentes de Castilla, León y Aragón que le hablaron afirmaron que era Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, pues se acordaban de muchas cosas que él les decía y de muchas conversaciones que con él habían tenido. Y cuando el rey Alfonso II, que reinaba en Aragón entonces, vio que crecían en él la gente y los caballeros y aumentaba su poder de día en día, temiendo que pudiese perder el reino, mandó prender al supuesto Alfonso I El Batallador y lo hizo matar”.

…En fin, parece claro que fueron muchos los que creyeron al “falsario”, lo cual testimonia la honda huella que dejó aquél Alfonso, así como la fascinación que sus hazañas seguían inspirando medio siglo después de su muerte.

Y este jueves, El Batallador volverá otra vez más, pero no ya en la forma de Arturo o de Salvador, sino como integrante de esa memoria que nos legó su tiempo, y cuyas enseñanzas enriquecen y dan forma a nuestra identidad…

…Porque nuestro único Salvador es el conocimiento, y hemos de ir en su busca.




Escrito por: Eloy Morera

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