Esta semana nos encontramos con
otro inmortal… un niño insano y débil… en un país frío y duro… en épocas de
vida dura y trabajosa… Roberto Luis Stevenson fue un enfermizo delicado de
salud… que soñó en sus libros lo que nunca pudo hacer él… consiguió viajar…
casi a costa de su vida… y como su biógrafo y admirador G. K. Chesterton nos
dice en su magnifica biografía literaria, “sus viajes fueron un periplo de
hospitales”… pero se convirtió en un escritor eterno y sus obras se han hecho
inmortales… como su recuerdo de cuentacuentos en paisajes exóticos…
Esta semana disfrutamos con La
Flecha Negra… al comenzar el capitulo primero del libro quinto, en una pelea se
nos muestran los ideales románticos… uno contra todos por un ideal… es ayudado
por otro valiente solo por defender a un caballero acosado por muchos…
La helada era más fuerte que nunca; el aire, quieto y seco,
cortaba el rostro. Había desaparecido la luna, pero brillaban aún numerosas
estrellas, y el reflejo de la nieve era claro y vivo. Para caminar no era
necesaria linterna alguna, y aquel aire tranquilo, pero diáfano, no infundía la
menor tentación de detenerse.
Había cruzado Dick la mayor parte del terreno abierto entre
Shoreby y el bosque, y se hallaba ya al pie de la colina, a unos cien metros de
la Cruz de santa Brígida, cuando, en medio del silencio de aquella madrugada,
sonó la estridente nota de un toque de clarín, tan agudo, tan claro y
penetrante, que creyó no haber oído jamás otro igual. Sonó una vez, se repitió
precipitadamente otra, y luego sucedió el ruido de chocar de aceros.
Aguzó el oído Shelton y, desenvainando la espada, corrió monte
arriba.
Pronto divisó la cruz y pudo percatarse del feroz encuentro que
se desarrollaba en el camino, frente a ella. Siete u ocho eran los que atacaban
y sólo un hombre el que les hacía frente, pero tan rápido y diestro era éste,
tan desesperadamente acometía y dispersaba a sus adversarios, tan gallardamente
se aferraban sus pies sobre el hielo, que antes de que Dick pudiera intervenir
ya había matado a uno, herido a otro y mantenido a raya a los demás.
Sin embargo, milagro parecía que de tal modo pudiera seguir
defendiéndose, ya que, a cada instante, cualquier accidente, el menor resbalón
sobre el helado suelo o un error de su mano, podía costarle la vida.
-¡No desmayéis, caballero! ¡Voy en vuestro auxilio! -gritó
Richard, olvidando que estaba solo y que el grito era impropio-. ¡A la Flecha!
¡A la Flecha! -exclamó, cayendo sobre la retaguardia de los agresores.
Gente brava eran éstos también, pues ni una pulgada cedieron
ante la sorpresa, sino que, haciendo frente, cerraron con asombrosa furia sobre
Dick. Cuatro contra uno lucharon entonces, y, al resplandor de las estrellas,
relampagueaban de continuo en torno suyo los aceros; las chispas saltaban con
furia; uno de sus contrincantes cayó... en el fragor de la pelea, apenas supo
por qué; luego sintió él mismo un golpe en la cabeza, y aunque el casquete de
acero que llevaba bajo la capucha le protegió, la fuerza del porrazo le hizo
caer sobre una rodilla y sentir que la cabeza le daba vueltas como si fuera el
aspa de un molino.
Entretanto, el hombre en cuyo auxilio acudiera en vez de tomar
parte entonces en la contienda, a la primera señal de intervención había
saltado hacia atrás con más fuerza y precipitación aún, tocando de nuevo
aquella misma trompeta de agudo sonido que había sido la voz de alarma. Un
instante después cargaban sobre él sus enemigos, y una vez más acometía y
esquivaba, saltaba, hería, caía de rodillas, usando indistintamente espada y
daga, pies y manos, con el mismo indomable valor y febril energía y destreza.
A los románticos nos gustan los
lances por honor e idealismos… en condiciones desiguales… casi sin posibilidad
de vencer… a la desesperada…
A los románticos nos gustan los
mundos donde las ideas valen más que el dinero… el honor más que la vida… y el
amor más que nada en el mundo…
A los románticos no nos gusta
la cocina… ni las leyes de los poderosos… ni el deporte apañado con dinero… ni
los políticos corruptos…
A los románticos nos gustan los
libros donde evadirnos de este mundo realista y consumista…
Escrito por: Javier Morera
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