domingo, 7 de mayo de 2017

UN HOMBRE DÉBIL QUE SE HA HECHO INMORTAL



 

Esta semana nos encontramos con otro inmortal… un niño insano y débil… en un país frío y duro… en épocas de vida dura y trabajosa… Roberto Luis Stevenson fue un enfermizo delicado de salud… que soñó en sus libros lo que nunca pudo hacer él… consiguió viajar… casi a costa de su vida… y como su biógrafo y admirador G. K. Chesterton nos dice en su magnifica biografía literaria, “sus viajes fueron un periplo de hospitales”… pero se convirtió en un escritor eterno y sus obras se han hecho inmortales… como su recuerdo de cuentacuentos en paisajes exóticos…

Esta semana disfrutamos con La Flecha Negra… al comenzar el capitulo primero del libro quinto, en una pelea se nos muestran los ideales románticos… uno contra todos por un ideal… es ayudado por otro valiente solo por defender a un caballero acosado por muchos…

La helada era más fuerte que nunca; el aire, quieto y seco, cortaba el rostro. Había desaparecido la luna, pero brillaban aún numerosas estrellas, y el reflejo de la nieve era claro y vivo. Para caminar no era necesaria linterna alguna, y aquel aire tranquilo, pero diáfano, no infundía la menor tentación de detenerse.

Había cruzado Dick la mayor parte del terreno abierto entre Shoreby y el bosque, y se hallaba ya al pie de la colina, a unos cien metros de la Cruz de santa Brígida, cuando, en medio del silencio de aquella madrugada, sonó la estridente nota de un toque de clarín, tan agudo, tan claro y penetrante, que creyó no haber oído jamás otro igual. Sonó una vez, se repitió precipitadamente otra, y luego sucedió el ruido de chocar de aceros.

Aguzó el oído Shelton y, desenvainando la espada, corrió monte arriba.
Pronto divisó la cruz y pudo percatarse del feroz encuentro que se desarrollaba en el camino, frente a ella. Siete u ocho eran los que atacaban y sólo un hombre el que les hacía frente, pero tan rápido y diestro era éste, tan desesperadamente acometía y dispersaba a sus adversarios, tan gallardamente se aferraban sus pies sobre el hielo, que antes de que Dick pudiera intervenir ya había matado a uno, herido a otro y mantenido a raya a los demás.

Sin embargo, milagro parecía que de tal modo pudiera seguir defendiéndose, ya que, a cada instante, cualquier accidente, el menor resbalón sobre el helado suelo o un error de su mano, podía costarle la vida.
-¡No desmayéis, caballero! ¡Voy en vuestro auxilio! -gritó Richard, olvidando que estaba solo y que el grito era impropio-. ¡A la Flecha! ¡A la Flecha! -exclamó, cayendo sobre la retaguardia de los agresores.

Gente brava eran éstos también, pues ni una pulgada cedieron ante la sorpresa, sino que, haciendo frente, cerraron con asombrosa furia sobre Dick. Cuatro contra uno lucharon entonces, y, al resplandor de las estrellas, relampagueaban de continuo en torno suyo los aceros; las chispas saltaban con furia; uno de sus contrincantes cayó... en el fragor de la pelea, apenas supo por qué; luego sintió él mismo un golpe en la cabeza, y aunque el casquete de acero que llevaba bajo la capucha le protegió, la fuerza del porrazo le hizo caer sobre una rodilla y sentir que la cabeza le daba vueltas como si fuera el aspa de un molino.

Entretanto, el hombre en cuyo auxilio acudiera en vez de tomar parte entonces en la contienda, a la primera señal de intervención había saltado hacia atrás con más fuerza y precipitación aún, tocando de nuevo aquella misma trompeta de agudo sonido que había sido la voz de alarma. Un instante después cargaban sobre él sus enemigos, y una vez más acometía y esquivaba, saltaba, hería, caía de rodillas, usando indistintamente espada y daga, pies y manos, con el mismo indomable valor y febril energía y destreza.

A los románticos nos gustan los lances por honor e idealismos… en condiciones desiguales… casi sin posibilidad de vencer… a la desesperada…
A los románticos nos gustan los mundos donde las ideas valen más que el dinero… el honor más que la vida… y el amor más que nada en el mundo…
A los románticos no nos gusta la cocina… ni las leyes de los poderosos… ni el deporte apañado con dinero… ni los políticos corruptos…
A los románticos nos gustan los libros donde evadirnos de este mundo realista y consumista…



Escrito por: Javier Morera


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