Ayer, 2 de abril de 2016, se cumplían
211 años del nacimiento de Hans Cristian Andersen. Un tipo curioso, inteligente
y romántico… que recogió cuentos e historias como hacemos los románticos… nos
lanzó sus mensajes entre hadas y animales y nos identificó situaciones tan
importantes como el del “patito feo”.
En un fragmento que os dejo de
uno de sus cuentos, hay una sabiduría que se nos destila en la moraleja… seamos
como seamos, todo pasa… hagamos lo que hagamos, poco cambia… nuestra vida son
decisiones y nos marcan, nos definen, nos delimitan y nos clasifican… pero la
vida sigue, el tiempo y nosotros pasamos… pronto ya no seremos nada…
El Caracol y la Rosa (fragmento)
–Esperamos mucho de ti –dijo el rosal–. ¿Podría saberse cuándo me
enseñarás lo que eres capaz de hacer?
–Necesito tiempo para pensar –dijo el caracol–; ustedes siempre
están de prisa. No, así no se preparan las sorpresas.
Un año más tarde el caracol se hallaba tomando el sol casi en el
mismo sitio que antes, mientras el rosal se afanaba en echar capullos y
mantener la lozanía de sus rosas, siempre frescas, siempre nuevas. El caracol
sacó medio cuerpo afuera, estiró sus cuernecillos y los encogió de nuevo.
–Nada ha cambiado –dijo–. No se advierte el más insignificante
progreso. El rosal sigue con sus rosas, y eso es todo lo que hace.
Pasó el verano y vino el otoño, y el rosal continuó dando
capullos y rosas hasta que llegó la nieve. El tiempo se hizo húmedo y hosco. El
rosal se inclinó hacia la tierra; el caracol se escondió bajo el suelo.
(…)
– ¿Darle? ¿Darle yo al mundo? Yo lo escupo. ¿Para qué sirve el
mundo? No significa nada para mí. Anda, sigue cultivando tus rosas; es para lo
único que sirves. Deja que los avellanos produzcan sus frutos, deja que las
vacas y las ovejas den su leche; cada uno tiene su público, y yo también tengo
el mío dentro de mí mismo. ¡Me recojo en mi interior, y en él voy a quedarme!
El mundo no me interesa.
Y con estas palabras, el caracol se metió dentro de su casa y la
selló.
– ¡Qué pena! –Dijo el rosal–. Yo no tengo modo de esconderme, por
mucho que lo intente. Siempre he de volver otra vez, siempre he de mostrarme
otra vez en mis rosas. Sus pétalos caen y los arrastra el viento, aunque cierta
vez vi cómo una madre guardaba una de mis flores en su libro de oraciones, y
cómo una bonita muchacha se prendía otra al pecho, y cómo un niño besaba otra
en la primera alegría de su vida. Aquello me hizo bien, fue una verdadera
bendición. Tales son mis recuerdos, mi vida.
Y el rosal continuó floreciendo en toda su inocencia, mientras el
caracol dormía allá dentro de su casa. El mundo nada significaba para él.
Y pasaron los años.
El caracol se había vuelto tierra en la tierra, y el rosal tierra
en la tierra, y la memorable rosa del libro de oraciones había desaparecido...
Pero en el jardín brotaban los rosales nuevos, y los nuevos caracoles seguían
con la misma filosofía que aquél, se arrastraban dentro de sus casas y escupían
al mundo, que no significaba nada para ellos.
Y a través del tiempo,
la misma historia se continuó repitiendo...
Escrito por: Javier Morera
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