Estamos en el último día de la
primavera en el hemisferio norte. El periodo en que los rayos del sol nos caen
más perpendiculares y potentes. Es el momento de la luz, del calor, de las
noches cortas y los días largos.
En una localización muy al
norte, como la bella ciudad de San Petersburgo, en la Rusia de nuestras
historias literarias del siglo XIX, ocurre esa curiosa circunstancia
geográfica… desde finales de mayo, hasta empezar de julio, las noches no llegan
a ser oscuras. El atardecer se alarga y une a un precioso amanecer… sin
oscuridad… sin frío… sin perderse en el desolado e incierto invierno de esas
latitudes que ahora nos queda muy lejos…
Para los habitantes de estas
tierras y más en épocas históricas, donde se dependía mucho de la luz natural y
el calor del sol, estos días largos eran la alegría y la esperanza de la vida,
de la salud, de encuentros y diversiones, de trabajos fáciles y preparar y
gozar el mundo que luego se haría frío y tenebroso.
Aquí, en este marco tan
curioso, nos encontramos con una obra singular, de un escritor de los más
famosos y celebrados de la literatura universal. Aquí se escriben y describen “LAS NOCHES BLANCAS”
de F. M. Dostoyevski.
Os recomiendo leer una noche
cada día, son cuatro… y esperar a que pase una noche… para leer la siguiente… y
así sacar toda la emoción de esta obra maestra, muy corta, muy intensa,
condensada de sociedad, de tragedia, de amor, de psicología… literatura de la
buena, en formato compacto… Fase romántica de un autor ecléctico y universal.
Os pongo una cita del empezar
de la primera noche…
“Hermosa era la noche, tal y como no puede menos de ser cuando
somos jóvenes, amables lectores. El cielo estaba estrellado y tan claro, que,
al contemplarle, uno no podía por menos que exclamar: “¿Es posible que, bajo
tan bello dosel, vivan seres llenos de cólera y de veleidad?”
Unas pocas páginas más
adelante, termina esta noche blanca… con unas frases… que ahora te reproduzco
para que recuerdes o te decidas a leer esta pequeña gran pieza de literatura…
Entre medio, pasan cosas… que solo pueden pasar en una noche blanca, en San
Petersburgo, en una personalidad romántica y joven… que Dostoyevski nos regaló
para la eternidad.
“Y nos separamos. Vagué la noche entera por la ciudad; no podía
entrar en mi casa. ¡Era tan feliz!...”
Escrito por: Javier Morera
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