Siguen pasando los días y los
libros… y otros que nos esperan en los próximos meses del calendario de este
año…
Uno de los títulos que ya se
nos acercan y que nos disuelve de otras lecturas mas densas, es el relato de
Sir Arthur Conan Doyle “LA AVENTURA DE LA CAJA DE CARTÓN” que
viene compilada en ese libro que llamamos “SU
ULTIMO SALUDO EN EL ESCENARIO” dedicado a las curiosas historias cuyo
protagonista es el celebre investigador Holmes y su inseparable Watson…
Al comienzo de esta curiosa
aventura que nos relata el maduro Doyle, aparecen unos comentarios para
demostrar las magnificas cualidades de inteligencia predictiva o casi
adivinatoria que posee el detective… y verdaderamente, aunque nos lo quiere relacionar
y reducir a capacidades de lectura de gestos y sus habilidades deductivas, nos
sorprende y nos deja muy impresionados… ¡Si hay alguien que puede hacer esto,
manejará sus grupos e interlocutores con tal maestría que todo le resultará
fácil, posible e incluso aburrido…
Lo cierto es que cuando
hablamos de niños o de personas más simples, nos resulta más posible “casi leer
sus pensamientos”…
Os pongo unos fragmentos para
incitaros a leer todo ese relato… y muchas otras cosas… para que aprendamos a
enfrentarnos a esas personalidades que nos “manejan y leen” con tanta
facilidad… y así nos venden tantas cosas que no necesitamos…
¡Si fuéramos tan listos como
Holmes…!
¡O si todos fueran tan simples
como Watson…!
“Era un día de calor abrasador del mes de agosto. Baker Street
parecía un horno, y la luz del sol reverberaba en las paredes de ladrillo de la
casa de la acera de enfrente, lastimando la vista. Se hacia difícil creer que
aquellos fuesen los mismos muros que se alzaban tan sombríos por entre las
nieblas del invierno. Teníamos las cortinillas medio echadas, y Holmes estaba
hecho un ovillo encima del sofá, leyendo y releyendo una carta que le había
llegado por el correo de la mañana….
…/…
Viendo que Holmes estaba demasiado abstraído para conversar, yo había
tirado a un lado el aburrido periódico y, hundiéndome en mi sillón, me sumí en
profundas meditaciones. La voz de mi compañero interrumpió de pronto mis
pensamientos, diciéndome:
-Tiene usted razón, Watson. Parece, en efecto, una manera absurda
de arreglar una disputa.
-¡Absurda por demás! –exclame, y de pronto, cayendo en la cuenta
de que Holmes se había hecho eco de lo mas intimo de mis pensamientos, me erguí
en mi asiento y me le quede mirando atónito.
-¿Qué quiere decir esto, Holmes? –exclamé-. Esto sobrepasa a todo
cuanto pude imaginarme.
Holmes se rió cordialmente al observar mi perplejidad, y dijo:
-Recuerde usted que hace algún tiempo, al leerle yo aquel pasaje
de uno de los bocetos de Poe en el que un razonador muy diestro sigue los
pensamientos que su interlocutor no ha llegado a formular en palabras, usted se
sintió inclinado a considerar el asunto como un simple “tour de force” del
autor. Al decirle que yo realizaba eso mismo constantemente, usted se manifestó
incrédulo.
-¡Oh, no!
-Quizá no lo manifestó usted con su lengua, querido Watson, pero
si con sus cejas. Por eso ahora, al verle yo dejar el periódico y lanzarse a
una serie sucesiva de pensamientos, me alegré de tener la oportunidad de ir
descubriéndolos y de interrumpirlos en un momento dado, como demostración de
que yo me había mantenido en contacto con usted.
Escrito
por: Javier Morera
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