Parece
ser que el autor quería titularlo “La
Abadía del Crimen” pero lo descartó para no dar una idea confusa sobre el tema
del libro… para que no lo leyésemos solo por la trama policíaca… su sueño era titularlo
“Adso de Melk”, pero al rechazarlo la
editorial, finalmente lo tituló “El
Nombre de la Rosa”.
Es un
título misterioso y acertado, con él te atrae a curiosear su contenido, a leer
sus páginas, a introducirte en esa erudita, filosofica y detectivesca trama… y
cómo ocurre en la biblioteca, cada vez queremos saber más, comprender más,
conocer más y saboreamos ese “fruto dulce de una raíz amarga”.
La
Rosa como Biblioteca… una flor que seduce por su fragancia, por su color y con
sus delicados pétalos que forman un coqueto laberinto… por todo ello, se parece
a la enigmática biblioteca que custodia celosamente el saber, el misterio del
conocimiento… coquetea con sus tesoros que guarda, atrae con la ilusión de
saber más y más… pero es engañosa, confusa, peligrosa, mortal… en ella, buscas
encontrarte y te pierdes más… así es el conocimiento… cuánto más sabes, más
sabes que no sabes… pero más deseas saber… se muestra inalcanzable… es como la
manzana de Eva… ¡Que bien la conoce, Umberto!, es un laberinto espiritual pero
también terrenal… porque la biblioteca custodia las obras de la humanidad…
“Estaban dominados por la
biblioteca, por sus promesas y sus interdicciones. Vivían con ella, por ella y,
quizá, también contra ella, esperando, pecaminosamente, poder arrancarle algún
día todos sus secretos.”
Porque
de alguna forma los libros están hechos por humanos, pero a su vez, en ellos se
recoge lo más espiritual de la humanidad… son elementos místicos… puentes entre
el cuerpo y el alma…
“La biblioteca se defiende sola, insondable
como la verdad que en ella habita, engañosa como la mentira que custodia.
Laberinto espiritual, y también laberinto terrenal. Si lográis entrar, podrías
no hallar luego la salida”.
Escrito por: Eva Morera
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