El 14 de septiembre de 1920, en un lugar de Uruguay, nació un escritor que hoy queremos recordar… Mario Benedetti…
El lunes próximo se cumplen 100 redondos años de su nacimiento… y es bueno recordar y celebrar que nació y que se dedicó mucho a escribir y dejarnos en sus obras un talante y unas enseñanzas que además eran lindas y correctas.
Desde finales del siglo XX han sido conocidas, populares y muy entrañables sus citas, sus relatos cortos, sus pensamientos… Muchos se han impreso y enmarcado en tarjetas, frentes y corazones… Benedetti se citaba en la Universidad y en los teatros, en las cartas de enamorados y en las celebraciones… en libros y en nuestras consejas y reflexiones… Siempre que tratas un problema humano te salta a tu conciencia un bonito y apropiado mensaje de este genio de los aforismos y de las relaciones humanas…
Sin ser filosofo, es reflexivo y constructor de pensamiento… sin ser político, maneja las dinámicas sociales… sin ser juez ni clérigo, perdona y entiende los errores, las caricias, los deseos y las pasiones…
Hay que recordar a este maestro y que mejor que citar casi en su centenario una obra corta y concreta donde con maestría nos dice que hay que aprender, hay que recordar, hay que guardar la información del error cometido precisamente para no volver a reproducirlo…
Os invito a releer esa pieza que se titula: Miss Amnesia… de la cual os pongo una cita… Para aprender con esta lección tan “típica” como caemos fácilmente en el olvido, para evitar la ansiedad de la culpa… y con ese Mecanismo de Defensa del Yo, superar la crisis y volver a caer en nuestros mismos defectos una y otra vez…
Así nos ocurre con los
trabajos, con las deudas, con los negocios, con los juegos, con los propósitos,
con los vicios… y muy especialmente con los “amores” o sus sucedáneos que nos
conquistan cada viernes para darnos dolor de cabeza cada lunes…
La muchacha abrió
los ojos y se sintió apabullada por su propio desconcierto. No recordaba nada.
Ni su nombre, ni su edad, ni sus señas. Vio que su falda era marrón y que la
blusa era crema. No tenía cartera. Su reloj pulsera marcaba las cuatro y
cuarto. Sintió que su lengua estaba pastosa y que las sienes le palpitaban.
Miró sus manos y vio que las uñas tenían un esmalte transparente. Estaba
sentada en el banco de una plaza con árboles, una plaza que en el centro tenía
una fuente vieja, con angelitos, y algo así como tres platos paralelos. Le
pareció horrible. Desde su banco veía comercios…
Te recordamos Benedetti…
Escrito por: Javier Morera
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