En estos meses de verano, los
niños tienen vacaciones y los adultos pueden estar mas libres, incluso mas
aburridos de lo que están siempre y por esas razones sería deseable que los
mayores contaran cuentos a los pequeños, así los grandes de distraerían de esas
aficiones tan consumistas que gastan y los infantes aprenderían algo de esos
ocupados ciudadanos que corren durante horas en sus trabajos y viajes para
sentarse en terrazas mientras se les escapa la vida y su oportunidad vital de
hacer familia.
En verano dedicamos unas
sesiones a los cuentos. Cuentos entrañables y arcaicos, recolectados por los clásicos
y recuperados en cada generación por románticos y nostálgicos de esas moralejas
y esos relatos ya pretéritos.
Unos cuantos autores, muchos
títulos, ediciones en mucha letra o en todo dibujo… tu decides… Lo mejor leerlo
en letra y contarlo en palabras con tus voces y tus gestos, dialogando,
preguntando, exagerando y adaptando a cada niño y a cada situación esos temas
principales del cuento elegido, minimizando o recortando detalles… con reposo y
pendiente de emociones, de reacciones, de miedos y de angustias…
Contar un cuento es vivir un
rato al lado del niño... es ser el mundo para ese niño… es conocer al niño en
sus respuestas al cuento y sus retos…
Contar un cuento es vivir en el
niño y penetrar en sus pensamientos…
Contar un cuento es vivir una
situación crítica para el niño… con posibles soluciones, con magia, con
inteligencia, con amor…
Contar un cuento es tender una
mano a un niño para que ascienda con nuestra compañía por esa escalera de
magia, inteligencia y amor…
Contar un cuento es buena cosa,
aunque sea el niño quien se lo cuente al adulto triste y angustiado que somos
la mayoría, para ayudarnos a sobrevivir en un mundo en el que estamos cada vez más
perdidos y tenemos menos guías a quien seguir…
Escrito por: Javier Morera
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