Estamos en una sociedad tan
densa, tan masificada que ya no existen los lugares solitarios y aislados… Te
los ofrecen como producto de vacaciones, de ocio, de libertad… lo cual es
paradójico… ¿Cómo puedes ir a descubrir algo tan desértico y salvaje que a su
vez esta comercializado? ¿Cómo puedes ir a perderte o a escapar del mundo a un
recinto encontrado, anunciado, civilizado y explotado por una empresa
internacional?... La mayor parte de las veces, prohíben y limitan el acceso a
los oriundos de esas tierras para que unos pocos privilegiados que pagan bien
puedan jugar a ser los afortunados de esos “paraísos”… prostitución de paisajes
y de geografías… ilusión de seguidores de películas y comic… pero siempre con
abundante dinero…
Mentiras y mas mentiras que
pronto podemos desenmascarar con un poco de sentido común o preguntando el
precio… ¿Hotel mas caro? Pues habitación mas grande… ¿playa mas barata?...
entre otros problemas, mas hacinamiento…
Hasta los “malos” de las
películas tienen problema para encontrar su cuartel en el bosque o en el
desierto, aislados del mundo y de las miradas del poder oficial…
Lo que si pueden cambiar los métodos
para conseguir ese reducto donde estar separado y hacer tu voluntad… En la
primera película de la serie Bond, de 1962 que todos sabemos que era “Contra el
Doctor No”; este malísimo personaje se busca una isla entre fronteras de políticas
hostiles y crea un misterio para los pescadores y curiosos de un “dragón” que arroja
ruido y fuego… Se consigue cierto efecto aunque un avispado y valiente Sean
Connery en su primera interpretación de James Bond, descubre que el dragón tiene
motor y ruedas… y claro está, mata para mantener su terror sobre los intrusos…
Cincuenta años más tarde, en la
cinta Skyfall, interpretada por Daniel Craig, también este Bond es conducido a
una isla fronteriza y desierta que se emplea para base de operaciones del
“malo” de esta película… y nos cuentan que consiguió dejarla vacía anunciando
un escape de gas venenoso que contamino la isla… Evidentemente es mentira…
Podemos deducir muchas cosas…
No hay lugares desérticos… salvo los que son casi inhabitables… Si hay lugares
tranquilos, casi siempre acotados para usos privados de propietarios…
Así que o entras al bar donde
soportas la retransmisión deportiva del día y los gritos de los camareros o
sales a la terraza, a diez centímetros de los otros clientes y compartiendo con
ellos su tabaco, su conversación y su perro…
Me voy a un monasterio, al
claustro… pero igual me hacen monje antes de que me de cuenta…
Escrito por: Javier Morera
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