Otra vez navegó el Pequod con
toda su tripulación por esas aguas siniestras y sin fondo que dan el color azul
a este bello planeta…
Esta semana tratamos esa obra
del romántico Herman Melville que en castellano llamamos Moby Dick…
Otra vez, cada uno de los
lectores habrán vuelto a sonreír ante esa frase tan conocida: “Llamarme
Ismael”…
Otra vez, revivieron en nuestra
imaginación esos valientes “caballeros y escuderos” como los llama Melville a
los oficiales y arponeros de cada lancha de balleneros…
Otra vez paseamos por Nantucked
y reconocimos a Queequeq con su ágil y vigoroso cuerpo, con sus creencias
primitivas y pasado caníbal…
Otra vez reconocemos la firmeza
de Starbuck con su sensatez de hermano mayor…
Otra vez convivimos con
Tahstego y Daggo…
Otra vez repasamos los tipos de
ballenas, con sus formas externas y sus diferentes hábitos y maneras de vivir y
morir a manos de esos cazadores de aceite…
Otra vez quedamos admirados de
la obstinada obsesión del capitán Ahab que solo vive para matar a ese cachalote
blanco que se escurre entre océanos y arpones…
Otra vez nos ataca la nostalgia
romántica en ese final tan trágico… en esa salida sin solución… en ese navegar
hacia el fondo…en ese terminar sin fin de los abismos insondables…
Cada vez que leemos… vivimos
esa aventura… cada vez que terminamos el libro, caemos en esa añoranza de
volver a tener algún capitulo para leer… de intentar encontrar una solución
para que algo pueda resolverse…
Al fin, a Melville se le
recuperó del olvido… al fin Moby Dick le hizo emerger del sin fondo del
anonimato para pasar a ser un escritor recordado… un libro leído y releído… una
vida revivida… al menos para los que leemos con pasión las obras apasionantes.
Escrito por: Javier Morera
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