El próximo día 12 de Julio,
justo dentro del trascurrir de un mes, tenemos una cita con una obra curiosa,
triste y significativa de una época, de un autor…
Una obra que me atrae y en la
cual me sumerjo de vez en cuando, en sus descripciones lentas y melódicas, en
sus pocos momentos de felicidad y alegría, en sus muchas líneas de melancolía,
de sensibilidad de vivir un mundo de contrastes, de encuentros y de pérdidas…
una etapa entre guerras de generaciones perdidas, de ilusiones desilusionadas y
de amores muy mal correspondidos entre el no pensar y pasar sin entender…
Si, como ya sabes, se trata de
F. Scott Fitgerald… y su obra El Gran Gastby, que comienza con unas líneas
famosas y herméticas para no dejarse llevar por los juicios tan fáciles desde
nuestra visión “acomodada” y resuelta…
“En mis años mozos y más vulnerables mi padre me dio un consejo que
desde aquella época no ha dejado de darme vueltas en la cabeza.
“Cuando sientas deseos de criticar a alguien” -fueron sus palabras-
“recuerda que no todo el mundo ha tenido las mismas oportunidades que tú
tuviste.”
Pero quiero hacer hincapié en
esa fuerza de paisaje psicológico y clima de nostalgia y adoración en que nos
deja el final del capitulo primero… cuando el narrador ya nos presenta a su
vecino extraño y distante… El Gastby…
“Ya se reflejaba bien el verano en los techos de las hosterías y en
las estaciones de camino donde las nuevas bombas de gasolina rojas se erguían
en medio de sus fuentes de luz; cuando llegué a mi predio en West Egg puse el
auto bajo el cobertizo y me senté un rato sobre una podadora abandonada en el
césped. El viento se había ido, dejando una noche ruidosa y brillante, con alas
que batían en los árboles y el persistente sonido de un órgano a medida que los
fuelles abiertos de la tierra les insuflaban vida a los sapos. La silueta de un
gato en movimiento se recortó contra los rayos de la luna, y al volver mi
cabeza para mirarlo, me di cuenta de que no me encontraba solo: a unas
cincuenta yardas, la figura de un hombre con las manos en los bolsillos,
observando de pie la pimienta dorada de las estrellas, había emergido de las
sombras de la mansión de mi vecino.
Algo en sus pausados movimientos y en la posición segura de sus
pies sobre el césped me indicó que era Gatsby en persona, que había salido para
decidir cuál parte de nuestro firmamento local le pertenecía.
Decidí llamarlo. La señorita Baker lo había mencionado en la
comida, y esto era suficiente para una presentación. Pero no lo hice ya que
mostró un repentino indicio de que se sentía contento en su soledad: estiró los
brazos hacia las aguas oscuras de un modo curioso y, aunque yo estaba lejos de
él, pude haber jurado que temblaba. Sin pensarlo, miré hacia el mar, y nada
distinguí salvo una sola luz verde, diminuta y lejana, que parecía ser el
extremo de un muelle. Cuando volví a mirar hacia Gatsby, éste había
desaparecido y yo me encontraba solo de nuevo en la turbulenta oscuridad.
Poco puedo escribir, al lado de
este maestro sin estropearlo…
¿Se pintó a si mismo Fitgerald
a través de su amigo y narrador Nick Carraway?...
Seguro que has visto una de las
películas con esa historia y titulo… no es lo mismo… ¡lee!… pero cuida no te
metas en la trama y te encuentres por las noches mirando al dique con la luz
verde, al otro lado del mar… Ten cuidado no termines como el pobre Jay…
Escrito por: Javier Morera
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