“-Ven aquí, Griet.
Dejé el trapo en el aféizar y me dirigí
hacía él.
-Mira por la ventana.
Miré afuera. Hacía un día de viento,
las nubes desaparecían detrás de la torre de la iglesia nueva.
-¿De qué color son esas nubes?
-Blancas, señor.
Él arqueó las cejas ligeramente.
-¿Seguro?
Les eché un vistazo.
-Y grises. A lo mejor nieva.
-Vamos, Griet, puedes hacerlo mejor.
Piensa en tus verduras.
-¿Mis verduras, señor?
Él movió la cabeza levemente. Lo estaba
haciendo enfadar otra vez. Se me tensó la mandíbula.
-Piensa en cómo separabas las blancas.
Los nabos y las cebollas… ¿Son del mismo color blanco?
De repente lo entendí.
-No. Los nabos también tienen verde y
las cebollas amarillo.
-Exacto. Y ahora, ¿qué colores ves en
esas nubes?
-Tienen algo de azul -Dije, tras
observarlas unos minutos-. Y… amarillo también. ¡y tienen algo de verde!
Me emocione tanto que me puse a
señalarlas. Había estado mirándolas toda mi vida, pero me sentía como si las
hubiera visto por primera vez en ese momento.
Él sonrió.”
Como sabéis esta
semana leemos: “La Joven de la Perla” de Tracy Chevalier, que casi nos mete en
la paleta de Vermeer…
¡Que bello es pintar!
¡Que bello es escribir!
¡Que bello es leer!
¡Que bello es comprender!
Escrito por: Javier Morera
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