Creo que todas y todos conocen, han oído hablar…
algunos han leído… pocos han entendido… a ese escritor casi actual, escaso en
obras pero contundente en extensión de su gran
novela: EN BUSCA DEL TIEMPO
PERDIDO… Claro, me refiero a Marcel Proust, parisino que vivió desde 1871
hasta 1922.
Proust trata el problema del tiempo, con una larga
obra repartida en siete tomos, con más de tres mil páginas y cientos de
personajes, situaciones, relaciones, encuentros y pérdidas… Proust trata la vida
misma, la sociedad, la curiosa e irrepetible atmósfera de finales del siglo XIX
en la capital del mundo que era entonces París… la política, los negocios, el
arte, la literatura, el teatro y la música… pero especialmente… las siempre
subjetivas y peculiares interacciones entre las personas, las edades, las
distintas profesiones y las diferentes personalidades… la vida… su vida… su
entorno y sus emociones… captadas con esa minuciosa y educada sensibilidad tan
difícil de encontrar, tan costosa de entender… tan importante de guardar como
tesoro explicito y extenso de esas vivencias… Un legado que siempre nos quedará
de sus “tiempos perdidos”
Para acercarse a la obra de Proust, puede ser fácil
introducirse en alguna de las muchísimas aproximaciones que a lo largo del
siglo que nos separa de este autor, se han escrito y documentado sobre él. Una
de ellas, de las más simpáticas y sencillas, es sin duda, EL ABRIGO DE PROUST, escrito
por Lorenza Foschini a principios de este siglo.
Nos cuenta Lorenza, como a partir de una entrevista
al diseñador de modas Piero Tosi, que pretendía montar toda la impedimenta
necesaria para una película sobre la novela de Proust, dirigida por Luchino
Visconti, hacia finales del siglo XX, conoce a un admirador y rastreador de la
obra y objetos de Proust, llamado Jacques Guerin… y siguiendo esas pistas y
relatos nos vamos acercando a la curiosa vida y obra de Marcel…
Hay otros libros, muchas fotografías, exposiciones
internacionales y museos dedicados a manuscritos, objetos, recuerdos de este
autor… pero lo principal es leer con paciencia su obra para recomponer,
recuperar toda su sensibilidad que fue su percepción inteligente y emotiva de
su vida.
Pongo una cita para ilustrar como diferentes
esforzados admiradores han tratado de fijar sus objetos, como reliquias, para
acercarse a sus pensamientos…
“Jacques lo siguió con el espíritu excitado que tenia siempre que se
sentía próximo a la conquista de un libro deseado, de un manuscrito raro, de
algo que encerrase en sí, de algún modo, aquel misterio latente que tienen los
objetos de los otros cuando fueron amados y valorados por ellos. Apropiarse de
esos objetos significa quizá conservar en cierto modo una chispa de aquel amor,
de aquel placer, y sentirse finalmente satisfecho. Pero hay más aún: el
sentimiento que lo movía no era el del coleccionista, sino más bien el del
salvador de algo sagrado. Como si un imán, lo atrajera hacia el objeto
inesperado, siguió al ropavejero hasta el fondo del depósito”.
Escrito
por: Javier Morera
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