“Me arrellané sobre los cojines del asiento, dando chupadas a mi
cigarro, mientras que Holmes, con el busto adelantado y marcando con su largo y
delgado dedo índice sobre la planta de la mano los puntos que me detallaba, me esbozó
los hechos que habían motivado nuestro viaje.”
En: “Estrella de Plata” de Conan Doyle
También nosotros nos arrebujamos en estas
primeras tardes de otoño brumoso, como cada año, para dejarnos conducir por
Holmes o mejor dicho por Conan Doyle…y por su graciosa lupa, para alumbrar en
sus relatos, esos caminos de lo posible que al principio nos dejan
perder en avenidas de lo frecuente como un típico
investigador del prestigioso Scotland Yard… pero que luego nos arrincona en
callejones sin salida, en ciénagas de esa sociedad victoriana que tenia su
exterior muy ordenado y legal, pero que bajo sus múltiples capas de preciosa
lana cheviot, ocultaba unos egos tan egoístas, tan infantiles, tan poco maduros
y sensatos como cualquier otra época y cultura…
Los trenes podrían ser puntuales, los
relojes exactos y el té a las cinco… pero las miserias humanas seguían corriendo
por muchas vidas y callejuelas…
Y Holmes sigue filtrando lo posible,
lo probable,
lo frecuente
y lo aparente,
hasta llegar al núcleo del crimen, que es el oscuro deseo de un incontrolado
humano producto de una educación tan rígida como equivocada… donde hay mucho de
imperio y poco de afecto, mucho de norma y poco de confianza, mucho de miedo y
poco de comprensión…
Tal vez podríamos cambiar la frase tópica
de Holmes y decir… humano, querido Watson, elementalmente humano…
Escrito por: Javier Morera
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