Esta semana nos acercamos a Eugenio
Oneguin, una de las obras más representativas de la literatura rusa creada de
la pluma de Alexander Pushkin, un genio de la poesía rusa de todos los tiempos,
un poeta romántico que llegó a España tarde y de forma indirecta a través de
sus compatriotas como Gogol, Dostoyevsky, Chejov…
El libro, novela en verso, es
la esencia de la sociedad rusa del siglo XIX, es el reflejo de la personalidad
del autor, su amor, su vida y su alma…
Y nos acercamos también a
través de la película, una adaptación cinematográfica de 1999 de los hermanos
Fiennes…
Pushkin nos descubre a
Tatiana, una joven romántica, soñadora, diferente, que trasgrede las normas de
comportamiento social de la época al declarar su amor a Oneguin a través de una
arriesgada y comprometida carta:
Es la suprema voluntad
la que ha dispuesto que por siempre
te pertenezca; fue mi vida
preludio fiel de nuestro encuentro;
enviado fuiste por los Cielos,
mi buen guardián…Me visitabas
en mis ensueños; tu imagen
me consumía, me sentía
por tu mirada cautivada.
Ha tiempo dentro de mi alma
tu voz sonaba como un eco.
¡No fue sueño! Cuando entraste,
me dio un vuelco el corazón.
¡Es él! me dije, estremecida.
Y Oneguin, indiferente,
insatisfecho, escéptico, un Don Juan pushkiniano que rechaza con frialdad ese
amor que comprende años después…y que confiesa en otra carta:
Me aparté de todo aquello
que tanto amaba; ajeno a todos,
pensé que la felicidad
podría ser sustituida
en mi alma por la libertad.
¡Ay, cómo me equivocaba
y cuán cruel fue mi castigo!
Mas temo que mi humilde ruego
se interprete falsamente
cual una astucia despreciable;
ya me imagino las palabras
de su reproche indignado.
¡Oh, si supiera qué espantoso
es padecer de sed de amor,
arder y aplacar el fuego
a fuerza de la mente fría!
¡Es tan horrible anhelar
verter el llanto, abrazando
con vehemencia sus rodillas,
y declararle mis plegarias,
mi amor, mis penas, todo aquello
que colma mi doliente alma!
No voy a desvelar el final de
la historia…pero como siempre no nos damos cuenta de la autenticidad y del
valor de las cosas hasta que las perdemos o no las podemos alcanzar.
Escrito por Rosa Andrés
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