En el acto primero de la obra
de Oscar
Wilde: “UN MARIDO IDEAL”, nos encontramos con unas personas en un salón
de finales del siglo XIX, en animada conversación, que creada y escenificada
por el genial autor ingles, nos trasladan a unas lecciones de cinismo burgués e
inteligencia de paradojas que tan astutamente y con su florida elegancia nos
acostumbra a regalar Oscar.
Los acontecimientos de la obra
van a ser serios y casi trágicos, al menos dramáticos, pero, hoy, yo, no quiero
ir tan deprisa ni llegar tan lejos, se lo dejo al lector para que disfrute de
estas frescas desarmonías sociales en estas tardes de pesado verano, donde todo
parece abrumante y fatigoso…
Hoy quiero parar la atención en
un insignificante comentario que una de las protagonistas de la obra, Mistress
Cheveley, mujer inteligente y seductora, lanza como distracción y excusa al
anfitrión del salón donde ha sido recibida…
“MISTRESS CHEVELEY. –¡Oh! ¡No me preocupa la temporada londinense!
Es demasiado matrimonial. La gente se dedica a cazar maridos o a esconderse de
ellos. Yo quería conocerlo a usted. Es completamente cierto. Usted sabe lo que
es la curiosidad de una mujer. ¡Casi tan grande como la de un hombre! Quería
conocerlo a toda costa y...pedirle que hiciera algo por mí.
SIR ROBERT CHILTERN. –Espero que no sea poca cosa, mistress
Cheveley. Las cosas pequeñas son muy difíciles de hacer.
MISTRESS CHEVELEY. –(Después de un momento de reflexión.) No, no
creo que sea poca cosa.
SIR ROBERT CHILTERN. –Me
alegro. Dígame lo que es.
MISTRESS CHEVELEY. –Más tarde. (Se levanta.) Y ahora, ¿puedo pasear
por su bella casa? He oído decir que sus cuadros son encantadores. El pobre
barón Arnheim..., ¿recuerda al barón?..., solía decirme que tenía usted algunos
Corot maravillosos.”
Si el escritor fuera un “llena
páginas” sin importancia… si la obra fuera una película de esos
directores que con un desnudo llenan y explotan un titulo… pero hablamos de un
genio ¡Wilde!… en una de sus mejores obras… cargada de sentido y
significado hasta donde queramos y podamos llegar… por lo tanto, queridas
amigas y amigos, hay que plantearse como es y cual es la causa de que nuestro experto
en estética y conocedor de tantos maravillosos artistas se plantee nombrar
entre sus admirados a este gran pintor francés casi coetáneo suyo…
Hasta aquí, puede ser mi comentario…
Inducir a prestar atención a dos genios que se cruzan en estas líneas…
Por si el calor te hace lento y
no te ha interesado la curiosa cita, te diré que pienses…
¿Qué analogías se podrían
encontrar entre el “dandy ingles” de cuando escribe esta obra, 1893 con el
pintor francés Corot (1796-1875)?... ¿Le gustaba a Wilde este paisajista?...
Si analizas o ya conoces y
recuerdas las vidas de ambos, veras claras similitudes… nacen en una tendencia…
se educan mas de lo que es normal en sus épocas… viajan a Italia… se enamoran
de la belleza, del color, de la luz… disfrutan de la naturaleza y de las “caras
bellas”… y tantas cosas mas y mas…
Los dos tienen que luchar
contra culturas que los han formado y luego los perjudican por sus hipocresías
y tradiciones que ahora llamamos del XIX… pero que siguen vigentes…
Ya no sigo… tienes el mundo por
delante… dos artistas maravillosos y cientos de paginas y oleos para descubrir
el arte genial grafico o literario de dos genios poco valorados…
O déjalo todo… ¡con este calor!…
la siesta… y luego una buena película de acción con muchos, muchos efectos
especiales… Verano mental vacaciones por pérdida de neuronas...
Nota los oleos que ponemos son
de Corot, el primero de 1830 y el
segundo de 1864… el cambio es notorio como si se tratara de la cara del
protagonista mas famoso de Wilde,
Dorian Gray.
Escrito por: Javier Morera
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