El 9 de noviembre de 1818, nacía
en Oriol, Rusia, Iván Turguéniev. Un escritor del romanticismo ruso, menos
conocido que esos famosos de los grandes libros como Pushkin (1799-1839), Gogol
(1809-1852), Dostoyevski (1821-1881), Tolstoi (1828-1910)… Pero también un gran
escritor que con su vocación europeísta y renovadora intento la culturización
del mundo de su tierra y de su época…
Esta semana, en nuestra
tertulia de literatura nos dedicaremos a uno de sus pequeños relatos, “Un Sueño” en el que nuestro autor nos
relaciona sus sueños con sus retajos biográficos y nos hace pensar en
encuentros misteriosos y circunstancias casuales que parecen destinadas a
cumplirse y nos desorientan en la realidad para hacernos pensar en otros mundos
y otras casuísticas menos fáciles de protocolarizar con las coordenadas
cartesianas que Kant (1724-1804) nos dejó para entendernos entre el espacio y
el tiempo…
Para incitarte a la lectura de
este curioso cuento, te pongo el inicio del capitulo primero:
“Yo vivía
entonces con mi madre en una pequeña ciudad del litoral. Había cumplido
diecisiete años y mi madre no llegaba a los treinta y cinco: se había casado
muy joven. Cuando falleció mi padre yo tenía solamente seis, pero lo recordaba
muy bien. Mi madre era una mujer más bien bajita, rubia, de rostro encantador
aunque eternamente apenado, voz apagada y cansina y movimientos tímidos. De
joven había tenido fama por su belleza, y hasta el final de sus días fue
atractiva y amable. Yo no he visto ojos más profundos, más dulces y tristes,
cabellos más finos y suaves; no he visto manos más elegantes. Yo la adoraba y ella me quería”…
También es muy cercano a muchos
de nosotros un fragmento del capitulo segundo, donde el autor se nos identifica
como un lector intenso…
“Mi madre había
concentrado en mí todos sus pensamientos y su solicitud. Su vida se había
fundido con mi vida. Este género de relaciones entre padres e hijos no
favorecen siempre a los hijos… Suele ser más bien nocivo. Por añadidura, mi madre
no tenía más hijo que yo… y los hijos únicos, por lo general, no se desarrollan
adecuadamente. Al educarlos, los padres se preocupan tanto de sí mismos como de
ellos… Eso es un error. Yo no me volví caprichoso ni duro (una y otra cosa
suele aquejar a los hijos únicos), pero mis nervios estuvieron alterados hasta
cierta época; además, tenía una salud bastante precaria, saliendo en esto a mi
madre, a quien también me parecía mucho de cara. Yo evitaba la compañía de los
chicos de mi edad, en general rehuía a la gente e incluso con mi madre hablaba
poco. Lo que más me gustaba era leer, pasear a solas y soñar… ¡soñar…! ¿De qué
trataban mis sueños? No podría explicarlo…
Si te ha gustado, si tienes
unos pocos minutos, léelo… es sorprenderte y tiene relación con otros escritos
de otros autores… pero eso lo hablaremos el jueves… Y comenzamos a celebrar el
200 aniversario de este buen escritor…
¿Crees
en los sueños que se cumplen?
Escrito por: Javier Morera
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