Erik Blair, escritor e
izquierdista británico, vino a combatir al fascismo en España, tras el golpe
militar de Franco contra el gobierno republicano. Cruzó el mar, países y
montañas, para agarrar un fusil y unirse a las filas obreras españolas. Una vez
en Barcelona, se unió a las fuerzas milicianas del POUM, y tras una improvisada
y primitiva instrucción, marchó hacia el Frente de Aragón.
Banderas rojas que
ondean ufanas contra el viento… Camiones que traquetean sobre las estrechas
carreteras de la sierra: orgullosas aquellas; lentos los otros…
Y Erik llega a su
destino. La Sierra de Alcubierre, nuestras áridas tierras de rastrojos y
parideras, es donde pasará cerca de dos largos meses invierno… eternas guardias
abrazado a un viejo fusil, salidas nocturnas a tierra de nadie, balas perdidas
y monótona rutina… y frío; mucho frío. Sólo los que han vivido en una
trinchera, saben lo que es el frío.
Manuel Gutierrez, en 1936, era un
joven obrero de Barcelona afiliado a la CNT. Cuando el 19 de julio los
anarquistas sofocan la sublevación en la ciudad condal, luchando codo con codo
junto a la Guardia Civil, también Manuel saldría a las Ramblas con sus
compañeros, celebrando el triunfo del pueblo. Pero mientras tanto, en Aragón,
como en otras zonas del país, aquellas horas cruciales para nuestro siglo no se
resolvieron de manera semejante y, en pos de la revolución, marcharon las
fuerzas libertarias hacia el oeste. No bastaba con marchar con banderas por las
calles; había que marchar al frente, y allí se fueron las banderas… y muchos
jóvenes tras ellas; Manuel fue uno de ellos.
De miliciano, en
Tardienta da Manuel con su boina rojinegra y su fusil. Lucha en la ermita y en
el canal, en la trinchera y en las lomas, contra el frío y contra el hambre,
contra los fascistas y contra sigo mismo. Al final, tras tanto batallar, le
conceden un permiso, y vuelve unos días a su ciudad, Barcelona, con su familia…
Erik es inglés, y
Manuel español; el primero lucha en las líneas del POUM, y este en las
anarquistas… muy poco más les une a ambos: el día 13 de febrero de 1937, después
de comer, la compañía de Manuel Gutierrez emprendió la marcha hacia Robres en
perfecta formación. Hacía tres días que había terminado su permiso y volvía al
frente. Y también a mediados de aquel frío mes de febrero se movilizaron los
efectivos del POUM, pero en dirección opuesta: Erik abandonó Monte Trazo e
inició una marcha de 80 km en camión hacia otra de las posiciones que cercaban
Huesca.
Y entonces sucede: el destino, en
su invariable marcha, une ambos hilos.
En efecto, el
sufrido Manuel y sus compañeros llegan a Robres, y escribirá luego el miliciano
en su diario, con los últimos resplandores del sol: “a la entrada de Robres,
muy cansados, nos sentamos en el suelo a descansar. Mientras descansamos, pasan
en camión fuerzas del POUM”.
Quizá, y pese al
cansancio, sentado en un camión, reparó Manuel en uno de aquellos hombres, más
alto que el resto, balanceándose de un lado al otro al compás del vehículo. Era
Erik… ¿vio él a Manuel? Casi seguro. Y aunque
tan sólo fuese un instante fugaz entre el parpadeo de una mirada y la deriva de
la otra, aquel momento de conexión fue, no obstante, más profunda y total que
la de dos personas que viven en el mismo rellano durante décadas, o que la de
dos compañeros de trabajo tras años compartiendo la misma oficina y la misma
mesa. Estoy seguro de ello, porque aquel vinculo no lo motivó ni el trabajo, ni
la necesidad, ni la conveniencia, ni ninguna otra causa cotidiana: fueron sus
respectivas ideas las que se encontraron, fue la misma fuerza de un ideal el
que llevó al inglés y al español, al socialista y al anarquista, a cruzar sus
caminos aquel día, en aquel lugar. Y aquella misma idea fue la lucha por la
libertad.
Manuel volvió al frente
y participó en la gran ofensiva de Huesca, en el transcurso de la cual halló la
muerte algún día de septiembre de aquel mismo año de 1937, siete meses después
de cruzarse con Erik. Antes, coincidió con mi abuelo en la Sección de
Transmisiones y juntos compartieron penurias y alegrías… pero eso ya es otra
historia. Hoy, solo sabemos de Manuel que luchó en el 493 Batallón de la 124
Brigada Mixta, y que inició un diario que no pudo culminar.
Erik Blair, más
conocido como George Orwell, volvió a su tierra e inmortalizó sus experiencia
en “Homenaje a Cataluña”, un relato desgarrador que, en gran medida, inspiraría
su posterior y más insigne obra, “1984”. Hoy, años después de su muerte, es una
figura clave de la literatura por su reflexión crítica y hasta profética a
cerca del totalitarismo y el poder.
Cuando, estos
días en los que despierta nuevamente el duro invierno, paso otra vez esas hojas
en las que el autor nos transporta a la guerra de nuestros padres; me emociono
por lo que muchos de ellos sufrieron, por lo mucho que creyeron… por lo mucho
que todos perdimos… ¿Qué no tendríamos si hubiese caído Orwell?... Y… si Manuel
hubiese salvado la vida… ¿Qué tendríamos?
Escrito por: Eloy Morera
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