Sandra Andrés, la joven escritora que triunfa con sus bonitos relatos en
este principio de siglo XXI, como pasará a la Historia de la Literatura, ha
sabido anclarse e inmiscuirse en estas páginas ya amarillas de Gastón Leroux,
que con su Fantasma de la Ópera, triunfaba igualmente hace un siglo…
El arte de los dos no es para hablarlo, sino para celebrarlo y dejarse
mecer por el viaje literario que Sandra nos propone, desde su violín, a modo de
“atractivo puente” de una a otra época… e incluso con algo de introspección
parapsicológica o “arqueología psíquica”, a esos remotos e ignotos momentos en
que Eric, el Fantasma de la Ópera, construyó su propio instrumento para
manifestarse al mundo a través de su música.
Hay que agradecer a Sandra, no solo que escriba y nos relacione con
Leroux, sino que nos llene de sentido y misterio algunas anatomías descarnadas
de la difícil arquitectura psicosocial de ese personaje tan misterioso pero tan
fascinante que construyó ¿o nos desvelo? Leroux…
Leyendo su libro, “El Violín Negro”,
comprobamos su buena lente antropologíca para transportarnos hasta la
fabricación del propio violín… como arma o útil, totalmente individual,
subjetivo, diferente, diferenciado y diferenciador, personal y personalizado… ¡Por
eso es tan importante guardar, recordar, “musealizar”… los objetos tan
“cercanos” de las personas, de los personajes, de los genios!…
¡Que diferente al cambio continuo y consumista del apartamento, del
vehículo arrendado, del móvil… hasta de las relaciones mas personales y
familiares!… ¡Hoy todo es consumible y cambiante!
¡Gracias Sandra, por llevarnos a la Ópera Garnier, al París de las
catacumbas, a los anticuarios y a Leroux!... Gracias por darnos un voto a los
románticos que apreciamos como el músico se hace o adapta su instrumento hasta
personalizarlo… para ser él… y no un numero de serie…
Escrito Javier Morera
Betés
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